Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, marzo 30, 2013

Popayán de los olvidos

El sonido de las timbas y los redoblantes es el corazón de la ciudad que palpita mientras sobre las calles se deslizan los Pasos de la procesión como si fueran su propia sangre. De vez en cuando, una trompeta lastimera gime como un pájaro cantando en el desierto. En un instante la nota de un violín es capaz de conmoverlo todo. A la majestad de la procesión se unen las caras felices de quienes desde los andenes la observan; trasportados a un tiempo donde los minutos discurren distendidos, donde la ciudad se hace grande, potente y aparenta todavía poderío. Esa Popayán está cada vez más rezagada en los confines de la leyenda, a veces parece haberse perdida en el tiempo para darle paso a otra ciudad. Esta nueva Popayán es una de las ciudades que más sufre, en esta ya atormentada Colombia. Tiene uno de los índices de desempleo más altos del país, con preocupantes indicadores de pobreza, con problemas de movilidad y de basuras, con dificultades de educación, jóvenes sin oportunidades, desplazados que llegan, delincuencia que afecta la seguridad y las Farc como un monstruo que asedia en la ladera. El país que la ignora y decide no mirarla; tampoco la ve. La siguen castigando por su gloria pasada y la juzgan con adjetivos duros para señalar que su destino es el resultado de esas características. Se le critica ser la ciudad de los ‘terratenientes’ como si ser dueño de la tierra fuera un crimen insuperable; y aún si lo fuera el país no nota que desde hace ya muchos años la mayoría de los terratenientes fueron despojados por el Incora de sus predios; para que pasaran a manos de indígenas, campesinos y poblaciones negras. El tránsito se hizo sin que nadie asesinara a esas comunidades; y si hubo muertos fueron los de algunos dueños de tierra que quisieron enfrentarse a las invasiones y al duro proceso de expropiación al que los sometió el Estado. Aún quedan mucho de esos ‘terratenientes’ sumidos en la ruina, pagando los impuestos de unas tierras que están invadidas por los indígenas; y que el Estado no compra. La nueva Popayán no tiene ya ninguna industria; ni aún la agrícola para mantenerse; ahora hay pocas reses, pocos cultivos, poca leche. El mayor empleador es el Estado, lo que ha convertido a las administraciones públicas en un despótico régimen, parecido al de la antigua Unión Soviética; el que no pertenece al partido no come. Así se van’ perpetuando una clase mafiosa que se ase al poder para el beneficio propio y el de su grupúsculo. Esta Popayán estuvo sitiada 14 días durante el paro cafetero. Sin acceso; los alimentos escasearon, se acabó la gasolina, la carencia de insumos médicos causó más de una muerte. El gobierno dijo fue que debían soportarlo, sería sólo unos días. Los popayanejos así lo hicieron. Cuando al fin el acceso a la ciudad fue posible, pocos estudiantes de la Universidad del Cauca mancharon las calles recién blanqueadas para la Semana Santa para manifestar su descontento. Los popayanejos debieron soportarlo. Estos son sólo ejemplos que dibujan cómo a esta Popayán le ha tocado ver cómo las vías de hecho siempre logran lo que se proponen, mientras la ciudad impasible sigue asentada en la falda de sus volcanes. En la Semana Santa, Popayán revive su espíritu de lucha, su actitud austera, su fe invencible en el futuro y la convicción férrea de que perdurará; pues en un año volverá su corazón a latir tan pronto como El Amo descienda desde Belén y sea recibido entre ramos por la ciudad. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/popayan-olvidos

viernes, marzo 22, 2013

Crece la oposición

El Polo y el uribismo apoyaron la protesta de los cafeteros; los primeros consistentes con su posición adversa a los tratados de libre comercio, y los uribistas como crítica a una política macroeconómica insensible que ha permitido la excesiva revaluación del peso y la correlativa pérdida de la competitividad de los productos colombianos. La crítica al gobierno crece también en torno al proceso de paz. El expresidente Pastrana ha señalado su preocupación, pues el proceso se adelanta de espaldas al país y con la presión de la reelección. Se trata de observaciones importantes que demuestran que los señalamientos que ha venido haciendo el uribismo no se deben solo a una desavenencia política -como pretenden hacerlo ver algunos santistas- sino de cuestiones de fondo. Señala Pastrana que la presión que impone la reelección al ahora presidente-candidato Santos es inconveniente para el proceso. Santos confía en firmar antes de noviembre para presentar ese acuerdo como el resultado de su gobierno y aspirar así a la reelección. Eso lo sabemos todos, lo saben las Farc y sabrán ellos, también, aprovechar la coyuntura para exprimir de ella más y mejores beneficios. El deseo de concluir puede precipitar acuerdos y concesiones por parte del gobierno. Cederle a las Farc es muy costoso para la sociedad; una negociación mal hecha, demasiado generosa, daña la institucionalidad, debilita la ley y el Estado e incentiva el crimen. Además la injusticia de que unos narcoterroristas alcancen la impunidad y además la representación política, puede ser un terrible precedente para Colombia. El Mandatario conservador pidió caguanizar el proceso; pues muchos solo recuerdan los aspectos negativos de tal proceso. Pero hay que reconocerle al proceso anterior algunas ventajas frente al de La Habana. En el Caguán la sociedad colombiana sabía lo que estaba pasando; había participación e información. Dicen que esa pluralidad de voces e intereses impedía el avance de la negociación, y que en muchos explica su fracaso. Se dice, ilusoriamente, que el proceso de La Habana ha sido ágil y fluido. Como lo señala Juan Manuel Charry, el proceso de La Habana se inició en agosto de 2012, lleva más de 10 rondas, más de 65 encuentros y aún no evacúan el primero de los cinco puntos. Y a esto habría que sumarle toda la negociación que se hizo en la sombra, sin que el país supiera. Así que pese a la unanimidad, a los pocos negociadores, tampoco es fácil el acuerdo. Más aún, cabe preguntarse si una negociación hecha por unos pocos puede imponérsele al resto de los colombianos. Pastrana hizo un intento de paz serio que cumplía con la voluntad de sus electores quienes votaron para que el entonces mandatario intentara una salida negociada del conflicto. Santos, en cambio, fue elegido por quienes creían en Uribe; como una refrendación a las políticas uribistas que había cerrado la posibilidad de que los violentos aspiraran a negociaciones para obtener beneficios; se les ofrecía dialogo solo para discutir rebajas de penas y condiciones de reinserción con la condición de verdad, justicia y reparación. Se entienden entonces que Santos adelanta un proceso con poca legitimidad. Es un Gobierno que optó por un tipo de negociación que no apoyaba la democracia; es un motivo más de debilidad de quienes están en la mesa representándonos. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/crece-oposicion

sábado, marzo 16, 2013

Nuevo Papa

La elección del nuevo Francisco nos ha llenado de emoción. Ya muchos han señalado su carisma, su manera de ser sencilla, humilde, franca, y somos muchos quienes nos hemos conmovido con sus palabras y sus actos. Su papado se anuncia desde ya como uno muy significativo que le devolverá a la comunidad católica el entusiasmo por su Pastor. Esta elección sucede en medio de circunstancias difíciles para el mundo y para la propia Iglesia atormentada por los escándalos de pederastia y los cuestionados manejos del Banco del Vaticano. Muchos consideran que el nuevo Papa está llamado a hacer trasformaciones de fondo en la Iglesia. Se habla prioritariamente de la necesidad de ajustar los planteamientos sobre aborto, matrimonio homosexual y uso de preservativos. En una escala menor, se discute la participación de las mujeres en la Iglesia y el celibato de los sacerdotes. Y aparece como última cuestión menor la del acercamiento a los fieles y la misión evangelizadora de la Iglesia. El Papa anunció su decisión de tomar este último aspecto como el esencial: acercar la Iglesia a la gente, posponer las discusiones internas, para cumplir con la misión de ayudar y acompañar la vida espiritual y material de los fieles. Se rumora que será severo con las exigencias que les hará a los cardenales a quienes invitó a llevar la Cruz de Cristo y tener una vida irreprochable. Incluso se especula sobre su decisión de que Bernard Francis Law -quien fuera señalado de encubrir a los religiosos pederastas cuando fungió como Arzobispo de Boston- tenga una vida en clausura. Se trata sin lugar a dudas de muestras de que los temas esenciales de la Iglesia serán atendidos de manera adecuada; pues en sólo tres días el Papa ha mostrado decisión, sabiduría y carisma para trasformar aquello que debe cambiar. Algunos ya se quejan de que este Papa no sea un revolucionario y altere la doctrina sobre los temas que ellos consideran retardatarios. Es curioso advertir que quienes más lo piden son quienes están por fuera de la institución católica; y que lo exigen no como condición para volver a ella, sino como requerimiento para tolerarla. Algunos de esos -que se sienten tan sapientes como para querer imponerle sus ideas a una institución a la que no pertenecen ni respetan- ahora calumnian al Papa. A los anticlericales les fastidia el maravilloso efecto de felicidad que ha causado la designación de Francisco; les molesta que se revivía la efervescencia y unión que ha causado el nuevo Papa. Sobre el afán reformatorio cabe preguntarse si la institución que a cuyo cargo ha estado una tradición milenaria puede transformarse de un día a otro. Más aún, si tiene algún valor la función de la tradición que es precisamente la solidez y la seguridad de lo que no cambia; es aquello inamovible en un mundo que naufraga. Además conviene advertir que muchos de estos asuntos no están resueltos en las sociedades; siguen abiertos a los vaivenes de la política y la opinión. Cambiar no es un acto de decisión; es un camino. El Papa latinoamericano tiene sobre hombros el destino de la Iglesia y se espera de él una acción a favor de las economías emergentes y pobres. Tendrá que ser como ha sido, un hombre que lucha por seguir en sendero de Cristo, sin dejarse tentar y utilizar los las fuerzas oscuras. No faltan los demagogos oportunistas latinoamericanos que pasan -sin solución de continuidad- de criticar la institución católica, para ser sus más fieles seguidores, incluso artífices de la elección de Papa. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/nuevo-papa

viernes, marzo 08, 2013

Santos No

Era de esperarse que el presidente Santos empezara a perder popularidad. Las encuestas lo favorecieron mientras la gente se percató de que se había apartado del proyecto político que lo eligió. Algunos aún se preguntan porque la mayoría de los colombianos no estamos satisfechos con el gobierno Santos; si según ellos mismos interpretan, este no se ha alejado de las políticas de Uribe; sólo de la persona. Santos es un mandatario impredecible; es así como sería demasiado insistir en que continúa algo. La consistencia no preocupa a este gobierno. Ataca a los cafeteros con la fuerza pública y se niega a negociar con los campesinos del café porque han recurrido a vías de hecho; pero al mismo tiempo puede negociar con las Farc, incursas en métodos violentos. Habla con fuerza contra los violentos desde el Caguán, y desde la Habana les ofrecen tramitar las reformas legales y constitucionales que sugieran al firmar la paz. Las políticas de Santos son volubles; sujetas a los vientos de la opinión a los porcentajes de las encuestas; azarosos e imprevisibles. Esa imposibilidad de anticipar sus decisiones muestra que no sigue ningún proyecto. Y si en sus acciones es indescifrable, en su discurso es peor. Nuestro Presidente tiene gran facilidad para no decir la verdad; la retuerce, la esconde e incluso miente cuando lo considera necesario. Siempre busca la ambigüedad, la manera de no tomar posiciones para quedar bien con todo el mundo. No es posible saber que piensa, hacia donde va. Santos nos devolvió al centralismo. La reforma a las regalías que desdibujó el esfuerzo por hacer a los gobiernos locales responsables de sus decisiones. Lo que es peor, es evidente su desconexión con la provincia, la manera despótica con la que se la mira. Es el viejo y conocido gobierno bogotano; que mira la periferia como un sórdido mundo inferior, cuyo mayor valor es el mero territorio, y entiende las obligaciones del Estado como generosas concesiones y regalos. Este gobierno además es insaciable: no le bastan las regalías nutridas por el buen precio de las commodities; ni el aumento del recaudo tributario. La reforma del Estado no ha mostrado su utilidad, se limitó a crear más burocracia. Le bajó impuestos a las empresas, pero se lo trasladó a las personas asalariadas. No respetó la decisión del congreso de bajar la gasolina y en un par de mes la devolvió a los precios anteriores. Todos esos recursos, inmensos, fruto del trabajo de los colombianos, se guardan sin que se ejecuten las obras. Algunos sospechan que se trata de una estrategia almacenar los recursos y utilizarlos sólo al servicio de la reelección; no lo creo. Se trata de una incapacidad de mover el Estado y de ejecutar las obras que le corresponden. Tiene este gobierno una idea de lo que debe ser y pretende imponérnosla como una verdad. Se siente con una supremacía sobre los demás; tanto así, que decidió no respetar el mandato de los electores. Sólo alguien que se siente superior a la democracia, a la gente, es capaz de reemplazar el mandado ciudadano por el propio. Se atreve el Presidente a decirnos que nuestras percepciones son erróneas; sostiene, por ejemplo, que si nos sentimos inseguros, es porque no conocemos los resultados de su gobierno. Los buenos gobiernos no necesitan de publicidad para ser aplaudidos; la buena política la deben sentir los ciudadanos en su vida. Santos es aplaudido en Venezuela, porque sus políticas se parecen más a las de Chávez que a las de Uribe. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/santos

sábado, marzo 02, 2013

Mala semana

Los cafeteros tienen la razón. Dice el Gobierno que ha cumplido con los subsidios, pero eso es lo menos importante. La verdadera causa de esta crisis es la revaluación del peso colombiano: la enfermedad holandesa. Esa no es una causa exógena, como pretenden sostener los defensores del Gobierno, ni es una contingencia pasajera o casual. Se trata de una pésima política cambiaría, que ha menospreciado la importancia de la tasa de cambio. Cuando Colombia apostó por una economía con un pilar en la minería y el petróleo, era previsible que el fenómeno de la revaluación nos afectaría, más aún en el contexto de una economía abierta. Sostienen los amigos del Gobierno que la política cambiaria no puede ser una variable definitiva a la prosperidad económica. Sin embargo, todos los países en vía de desarrollo y las grandes economías tienen políticas monetarias agresivas. Nuestras medidas fueron tan malas que nuestra moneda fue una de las más revaluadas de mundo. La función encomendada al Banco de la República de controlar sólo la inflación -como si fuera la única variable macroeconómica significativa- tenía sentido en las épocas donde América Latina sufría de hiperinflaciones. En el contexto moderno semejante restricción es ilusoria. La escuela de Chicago ha mostrado cómo el crecimiento económico requiere e implica inflaciones un poco más altas. Además, la atención exclusiva a la inflación sirve como pretexto para soportar la excesiva revaluación. La macroeconomía tiene que preocuparse de la capacidad adquisitiva de la moneda, pero tiene que atender sobre todo al crecimiento. Por eso las funciones del Banco de la República tienen que redefinirse. Ampliarse para garantizar el crecimiento económico, una balanza comercial positiva y una inflación con metas coherentes a ese desarrollo. La crisis de los cafeteros es el preludio de una crisis mayor que parece acercarse a muchos sectores de la economía real, destruidos por la revaluación. Este gobierno se merece el paro, está más que justificada la protesta social, pero pretende desfigurarlo aduciendo que los políticos que lo apoyan hacen parte de la oposición. Muestra otra vez el Gobierno su desagrado por la falta de unanimidad nacional. Habrá que recordarle que la política es una forma más de expresión social, y que aun sin esos apoyos las realidades sociales serían las mismas: más de 500 mil familias no tienen sustento. Pero el Gobierno no acepta críticas. A los cafeteros les exige cesar las vías de hecho para negociar. En mi opinión, las vías de hecho jamás pueden ser justificadas, pues lesionan a los ciudadanos de esas ya afectadas regiones. Sin embargo, sorprende que sea esta la condición del Gobierno, pues este mismo cedió a las vías de hecho de los transportadores y de los estudiantes. Más aún, este gobierno no les exigió nada a los terroristas de las Farc para negociar, ni el valor de unos subsidios, sino el futuro mismo del sector agropecuario. El presiente Santos dijo que para la paz de Colombia necesitábamos a Chávez. En vista de que el Mandatario venezolano ya no está, Santos le ha encontrado reemplazo en Piedad Córdoba. Saldrá nuestro Mandatario al lado de la Marcha Patriótica a ondear las banderas de una paz con impunidad para el mayor cartel del narcotráfico, para los asesinos y secuestradores, para quienes destruyen la vida de los campesinos y los habitantes de los pueblos de Colombia. Saldrá Santos a respaldar la tesis de que las Farc están por encima de las leyes de nuestro país y del mundo. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/mala-semana