Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


jueves, octubre 29, 2009

Medios e ideologías

Las noticias sobre la libertad ideológica en los medios han sido muy intensas últimamente. Por una parte, los asesores de Obama dijeron que ‘Fox News Channel’ era un programa de opinión disfrazado de programa de noticias y un apéndice del Partido Republicano. Hace pocos días, el presidente Obama lo comparó con un programa de comentarios de radio. Así que Fox está siendo excluido de las entrevistas del Presidente y su gobierno; Obama visitó todos los programas de domingo, excepto el de Fox. El argumento es que Fox hace parte de la oposición y debe ser tratado como oposición y no tiene, pues, legitimidad como cadena de noticias.

Los comentaristas de ese canal critican sin piedad al Gobierno, por ejemplo uno de los comentaristas dijo sobre el Premio Nobel de Paz que era una “farsa” y una “vergüenza nacional”. Pero sostiene Fox que es necesario distinguir las noticias, que son equilibradas, de los comentaristas, cuyos programas construyen opiniones. Para ellos, la estrategia de la Casa Blanca es un mecanismo para aislar la crítica y desacreditarla.

Por supuesto que es incómodo para un gobierno un canal que sólo realza lo que no funciona y hace de sus éxitos, fracasos. Pero hay cuestiones que subyacen al debate y lo transforman. El Gobierno puede usar mecanismos válidos -negar entrevistas- para ‘castigar’ a ciertos medios, pero recordemos que en Colombia hubo gobiernos que, para controlar la crítica, cortaron la pauta estatal -válidamente- y causaron el cierre de tales medios. Además, si en este caso que el Gobierno decida qué es noticia y qué no no tiene repercusiones significativas -el canal sigue y seguirá operando-, sí puede legitimar gobiernos que con criterios semejantes cierran medios.

La diferencia entre la libertad de expresión y la libertad ideológica es pequeña. Aquella se refiere al derecho de expresar opiniones, en tanto ésta se refiere a cómo se interpretan los contenidos y la decisión de un medio de tener una línea política.

El tema nos acerca al debate sobre la salida de la columnista Claudia López de El Tiempo por un escrito donde acusaba al periódico de no ser objetivo en el tratamiento de Arias y de estar comprometido con la campaña de Juan Manuel Santos. El despido de López parecería muy extraño si el medio se pretende libre de línea política, pues tendría que aceptar la libertad ideológica, incluso cuando vaya en su contra. Si, en cambio, el periódico tiene una línea ideológica a la que ella no se ajusta, es necesario preguntarnos:

¿Pueden o deben los medios tener una línea ideológica?

La cuestión es difícil. Determinar si una ideología definida está violando el derecho de la audiencia a ser bien informada depende de muchos factores: si existen otros medios con líneas ideológicas distintas, si el lector es capaz de discernir entre la noticia y la opinión, si el medio miente o no. Al mismo tiempo, parece ingenuo -a lo menos- pretender objetividad total. La objetividad, el periodista blanco, es imposible. Todos, como seres humanos, tenemos sesgos e inclinaciones y lo fundamental no es eliminarlas, sino hacerlas explícitas. En esa medida, sería preferible un medio con una ideología definida y poderosa, a uno que se pretenda neutro y, con subterfugios y mañas, inserte sus ideas, sin que sean fácilmente distinguibles de la noticia. Es un debate que apenas se inicia y se requiere profundizarlo mucho más.

El País- Cali 24 de octubre de 2009

miércoles, octubre 21, 2009

Corrupción

La corrupción se le atribuye a los políticos. Esta afirmación, sin ser necesariamente falsa, es bastante incompleta. Cuando estamos hablando de la malversación de los fondos públicos, la banda criminal es mucho más amplia que el político de turno. Los cómplices más importantes, aquellos que se benefician y que contribuyen a la proliferación de las conductas corruptas, están en el sector privado.

Cuando los fondos se pierden en el Estado siempre hay un particular beneficiario del contrato que ayuda a que el plan se lleve a cabo. Cuando las administraciones públicas reciben ‘mordidas’ de los contratistas, otra vez, está el sector privado participando del ilícito. Cuando los puentes y las carreteras quedan mal hechas, duran poco o simplemente no se hacen también hay una firma del sector privado beneficiándose.

Ese provecho que obtienen va en contra de la sociedad. En el país, cualquier cantidad de fondos es insuficiente. Los programas no alcanzan para solucionar, las obras no son comparables con las de países desarrollados y no porque nos cuesten menos, sino porque los propios connacionales nos roban. La mentalidad de la corrupción es, además, ilógica. Esos que dañan las posibilidades de progreso social hacen parte de la sociedad afectada. ¿Planearán dejar el país en el futuro?

La pregunta sobre por qué se consolidó en nuestra tierra un sistema corrupto puede tener tantas respuestas como posibilidades se le ocurran al lector. Por una parte, venimos con una larga tradición de irrespeto a la ley. Los colonizadores españoles la incumplieron, no sólo evadían impuestos para aumentar sus arcas, sino que los mandatos del Rey referentes al trato de las poblaciones indígenas eran abiertamente desconocidos. Como lo dijo Jiménez de Quesada, “se acata, pero no se cumple”. Luego, los habitantes se excusaban en que las normas no les pertenecían, pues venían dadas del exterior. Apareció la lucha de clases, después, y las normas eran rechazadas como mecanismo de poder. En fin, siempre hemos tenido una disculpa muy buena para burlar la norma y mantenernos moralmente incólumes.

El tránsito hacia la corrupción no es difícil; el daño del corrupto no es visible. No se trata de un asesinato donde el cadáver podría impresionar la conciencia o donde la víctima pueda individualizarse. El daño es etéreo: de no tener carretera a tener una carretera mala, de no tener subsidio a seguir sin él o de tener una fracción de la población desprotegida y desatendida a tener una proporción más grande en esas condiciones. Como la relación de causalidad no es inmediata ni exacta y, víctima y victimario no se ven frente a frente, es posible inventar excusas: alguien más se la robaría, el puente –por malo que sea- es mejor que no tenerlo…

Y luchar contra la corrupción es difícil. Hacer leyes para evitarla es un absurdo; la letra es y será susceptible a tener interpretaciones amañadas y el más versado legislador no tiene la capacidad de prever todas las trampas posibles. Sólo el repudio social, la exclusión y la determinación cultural de no tolerar a los corruptos podría dar lugar a una presión que desincentive la conducta, pero somos tolerantes. Tal vez hay tantos corruptos que el esfuerzo parece infinito; tal vez es más fácil culpar la clase política y mantener la idea de que la sociedad en que vivimos es mejor de lo que es o tal vez así nos sentimos mejor con nuestros propios pecados.

martes, octubre 13, 2009

Colombia y Uribe

El liderazgo de Uribe parece no venir de los líderes, todo lo contrario, Uribe es producto de un sentimiento nacional que en mucho desborda el querer y la comprensión de los políticos, los dirigentes gremiales, la academia y las demás organizaciones sociales. Así lo revela la encuesta que le realizó a 157 líderes y dirigentes la Misión de Observación Electoral, MOE. El 85,3% de los encuestados no está de acuerdo con la reelección; en tanto que en la última encuesta de ciudadanos comunes realizada por Ipsos-Napoleón Franco, el 66% está a favor del referendo.

Esta distancia entre la clase directiva y el querer general ha existido desde el principio. Cuando Uribe postuló su candidatura tuvo que hacerlo por fuera del Partido Liberal -que era el suyo- porque la dirigencia no lo respaldó. Su nombre creció a pesar de que el establecimiento no estaba a su lado ni contaba con el respaldo de muchos congresistas ni gremios. Cuando las masas empezaron a mostrar su predilección, las clases directivas tuvieron que salir tras él. El liderazgo -como lo dijo Saint-Exupéry- tiene más que ver con la capacidad de predicción de lo que los súbditos quieren hacer que con la actividad de mandar.

Habría que reconocer que Uribe gobierna como la mayoría de los colombianos esperaría que se hiciera, por eso el 78% tiene una imagen favorable y si las elecciones fueran hoy el 63% de los encuestados votaría por él. Aunque no es fácil conocer qué diferencia lo que los colombianos esperan de un mandatario frente a lo que esperan los dirigentes, la sola existencia de esta brecha abre un campo interesante para la especulación.

El argumento más simplista diría que los dirigentes tienen una idea más ‘formada’ y que, por lo tanto, aquella opinión difiere de la general, pues tiene un conocimiento más profundo de las consecuencias de largo plazo sobre la Nación. Semejante argumentación tiene el riesgo de desacreditar la democracia y el voto universal y nos devuelve a los precarios principios que inspiraron el despotismo ilustrado: el gobierno por y para el pueblo, pero sin el pueblo.

Avanzando en el campo especulativo, había que preguntarse si tiene que ver con la proyección a largo plazo del conflicto. Los dirigentes desaprueban las bases americanas en nuestro territorio en un 62%; mientras que la proporción es inversa en el ámbito general, donde el 58% está a favor y el 30% en contra.

Para la mayoría de los colombianos -62%- ya se ha hecho suficiente para disculparse con Ecuador por la incursión que diera de baja a ‘Raúl Reyes’. Esta cifra contrasta con el 66,4% de los dirigentes que desaprueba atacar objetivos militares en países vecinos con el argumento de la legítima defensa. Se puede entrever -porque no tenemos las cifras precisas- que el pueblo colombiano tiene mejor medido el impacto y las consecuentes del conflicto armado, en tanto que los líderes parecen menos aguerridos. Puede tener que ver con que el 69,8% de los dirigentes espera una solución negociada del conflicto.

Es innegable que los colombianos están enterados de cómo es Uribe y les gusta. A tal extremo que en ausencia de su candidatura el 19% de los colombianos no sabría por quién votar. Y aquellos definidos están empatados: Arias, Santos y Petro con un 11%, seguidos de cerca por el bloque Fajardo, Sanín y Pardo con el 7% y en ese mismo orden perciben la posibilidad de victoria de cada uno.
El País Cali, 10 de octubre de 2009

miércoles, octubre 07, 2009

Crisis de la Justicia

Esta columna ha denunciado una serie de males que crecen y se multiplican dentro del sistema de Justicia. Con una justicia enferma, está herida la democracia. De aquella depende –en parte- la credibilidad en la ley y las instituciones.

Tenemos un sistema acusatorio que utiliza sus herramientas para pervertir sus principios. Las recompensas para los testigos –en su mayoría delincuentes- han dado un ambiente enrarecido donde la verdad y la mentira se confunden. Sin saber el número de procesos por falso testimonio –imposible de localizar- y con la seguridad de no equivocarme, sostengo que son muchos menos de los que debería haber. Además, una acusación de la Fiscalía se ha vuelto una condena, sin que medie un juicio.

Y las capturas ahora son mecanismos de tortura. ¿Cuál aparte de causar sufrimiento es la intención de capturar a alguien que está asustado, enfermo de los nervios, recluido en una clínica a altas horas de la noche y utilizando una inyección de tranquilizantes, como se hizo con Plazas Vega? ¿Dónde está la investigación contra quienes ejecutaron esa acción y contra quienes la autorizaron?

Tenemos una Corte Suprema de Justicia con una marcada tendencia política, que ahora, además de elegir a sus propios miembros por cooptación, pretende elegir y dominar a las otras Ramas del Poder, en contravía de la Constitución y la ley.

El Procurador pidió que las ‘reuniones’ que realizan los magistrados auxiliares de la Corte con los paramilitares detenidos en EE.UU. fueran realizadas con el lleno de los requisitos legales de las audiencias preliminares. Se trata de una apreciación necesaria, la Justicia no puede estar de reunión en reunión haciendo ofertas y proponiendo arreglos sobre los cuales no queda una evidencia formal. Aunque lo haga inspirada en las más ‘nobles ideas’, la violación de las formas no sólo es ilegal, sino que destruye lo que la Justicia debe ser: transparente. La reacción de la Corte Suprema fue abrirle investigación al Procurador, aprovechando una decisión que no comparten: que el Ministerio Público hubiera absuelto a los funcionarios por el caso de la ‘yidispolítica’.

La Corte, además, decidió no elegir al Fiscal. Alegan que la terna enviada por el Gobierno no es idónea. Parecería más bien que desean tener un candidato que se ajuste a su gusto y no al del Gobierno. Querrían un penalista y, aunque suene razonable, es la Constitución la que establece el mecanismo y los requisitos y ésta no prevé esa condición; mal hace la Corte en exigirla. El sistema de frenos y contrapesos establecido por la Constitución indica que el Presidente electo democráticamente postula una terna y ellos escogen de esa terna. Es la Constitución la que establece que el Fiscal debe provenir de la escogencia presidencial.

Hasta hace poco la Corte extraditaba muchos colombianos por el delito de narcotráfico –narcos, ‘paras’ y guerrilleros-. Ahora considera que los guerrilleros no son narcotraficantes o busca argumentos para negar las extradiciones. Negaron la de los secuestradores de los norteamericanos alegando la primacía de la jurisdicción nacional. Ojalá no lo hagan para hacerse valer ante los EE.UU. y usar ese poder en su enfrentamiento contra el Gobierno. Ese país ya los invitó, así que debemos observar que dicen allá, para comprobar si sus decisiones sobre la extradición son otra pieza del plan para dominar al Gobierno.

El Pais, Cali. 3 de ocubre de 2009

jueves, octubre 01, 2009

La consulta del Polo

Tenía la impresión de que Petro se perfilaba como mejor opción para el Polo que Gaviria –a quien admiro y aprecio-. Luego de sondear sus declaraciones y entrevistas, esta idea se desconfiguró.

Una de las principales diferencias entre ellos es su posición sobre la permanencia de la candidatura del Polo hacia la Presidencia. Para Petro lo fundamental es derrotar a Uribe y ha dicho que está dispuesto a celebrar alianzas con otros partidos aunque ellas impliquen la deposición de su propia candidatura. Gaviria, por su parte, no ha sido tan claro: “No podemos, con el pretexto de que hay que derrotar a Uribe, disolvernos en otros partidos a cambio de cuotas burocráticas”, pero remató diciendo que aceptaría alianzas programáticas.

Sobre este punto la opinión piensa que la postura de Petro podría darle al Polo más juego en el poder, a mí me pareció más asertivo. Ahora, por el contrario, me parece más sensata para el Polo y para el país la consolidación del partido de izquierda. Mantener la fortaleza de su ideología sin sucumbir a los pactos a cambio de cuotas de poder es prioritario para la consolidación de la democracia. La dinámica Gobierno-oposición es pieza clave para el éxito de los países. Los partidos deben tener diferencias marcadas y las ideologías deben ser consistentes y resistir por fuera del poder. Así, cuando falla o se fatiga la ideología vencedora, aquella representa una verdadera alternativa. Sólo así el Polo pude crecer como partido.

Lo contrario, esas alianzas en contra o a favor de los caudillos en busca de acuerdos que no son nunca suficientes son lo que Gaviria definió tan bien, un unipartidismo con apariencia de pluripartidismo. Deterioran la importancia de los partidos y nos devuelve a políticas personalistas.

Percibía, además, que Petro era más coherente con su rechazo a la violencia y a las Farc. Me sorprendió oír que en una entrevista en la que le preguntaban si se arrepentía de su pasado guerrillero, dijo que no. La lección más importante que debería tener un hombre como él es la conciencia de que la violencia no debe ser un arma política. Colombia no resiste más hombres que en busca de nobles ideales desangran la Patria. A estas alturas un ideal que necesita cuotas de sangre fratricidas es sólo tiranía. Me entristeció que no lo viera así.

Además, sostiene que le gustaría una negociación política con las guerrillas de izquierda, de repartición del poder, en sus propios términos, a cambio de la paz. Este mismo senador consideró que los paramilitares no eran delincuentes políticos sino simples narcotraficantes. Descartó de manera absoluta una negociación política con ellos, más aún se opuso a la Ley de Justicia y Paz, pero la consideraría para las guerrillas de izquierda.

Gaviria no ha sido contundente tampoco en estas materias, pero siempre ha sido un hombre de debate, de ideas -inteligente y elocuente- y nunca ha empuñado las armas para imponerlas.

Fue Petro quien le ofreció refugio a Chávez durante el golpe de 1992 y sobre la cooperación militar de EE.UU. se manifestó tal como lo hizo el vecino. Por eso fueron muy significativas las declaraciones exigiéndole respeto por el presidente Uribe. Sostuvo muy acertadamente que insultarlo a él es agredir a toda la Nación. Existe, sin embargo, la impresión de que tal postura es oportunista y que lo hizo para cautivar la gigantesca masa de electores antichavistas.

Amanecerá y veremos.

El País, 26 de septiembre de 2009