Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


martes, marzo 30, 2010

El botín conservador

El prestigio y la gestión del actual gobierno son la fuerza prioritaria de Juan Manuel Santos y Noemí Sanín. Ambos están respaldados por el deseo de prolongar las políticas y el estilo del gobierno de Uribe -así lo corrobora la encuesta de Datexco-. El uribismo es una abrumadora mayoría por lo que es probable que los dos candidatos uribistas pasen a la segunda vuelta.

Sanín como candidata del Partido Conservador se acerca a convertirse en la primera Presidenta de la República. En aquella hipotética segunda vuelta, Noemí tiene mayores probabilidades de atraer el voto no-uribista, pero su debilidad -que es una ventaja para Santos- es la dificultad de mantener a la colectividad conservadora bajo su liderazgo.

Los godos están divididos. El sector no-uribista hace parte de la campaña de Sanín; pero del sector uribista sólo una fracción la acompaña. Las actitudes ambivalentes de Noemí frente a Uribe no fueron del agrado de muchos fieles uribistas y los roces con Arias resquebrajaron la unión. Sienten a Santos más cercano a Uribe, y son un botín muy importante.

Por ello, la estrategia de Santos debe ser la de consolidar el uribismo. No debe dejarse tentar -como ya lo hizo al elegir vice- por buscar votos no-uribistas. Debe atraer el mayor número de uribistas de las filas conservadoras. No es fácil. Los militantes conservadores tendrán resquemores de abandonar la causa, pues el partido no tiene presidente desde la elección de Belisario Betancur (el ex presidente Pastrana, de origen conservador, fue elegido por otro partido). Pero, si algo caracteriza a esta colectividad es que siempre ha sabido poner por encima de los intereses partidistas el bienestar de la Nación. Así que si un buen conservador considera que Santos representa mucho mejor proyecto para el país, se acercará a él con la convicción de actuar de acuerdo con las máximas conservadoras.

El nuevo Presidente será quien tenga más calma. Si Noemí en la búsqueda de los no-uribistas descuida su uribismo, el presidente será Santos. Si éste hace lo mismo o no logra cautivar a los conservadores, la presidenta será Noemí.

Es evidente entonces el esfuerzo que deberá emprender Noemí para mantener la batuta azul. Pero la dirigencia conservadora envía malas señales al intentar imponer por la fuerza el liderazgo. El Partido no puede ser una organización que acabe con la libertad. Claro que debe haber disciplina de partido, pero en ningún caso ello significa la necesidad de actuar en contra de las convicciones. Esos gestos nos recuerdan a los partidos comunistas donde la dirigencia anula la libertad individual, o al Partido Liberal que cuando apareció Uribe amenazó con expulsión a sus miembros y los perdió.

Los militantes pueden interpretar la doctrina conservadora e ir en contra de la dirigencia sin que ello desmedre su condición de conservadores. La filiación conservadora no se otorga ni se arrebata, se trata de un compromiso ideológico con una manera de entender a Colombia e interpretar sus posibilidades.

Los partidos son organizaciones políticas donde no hay respuestas absolutas, son foros abiertos de reflexión y debate. La dirigencia debe estar sintonizada con las huestes, y no tratar de imponerse sobre ellas. Las amenazas empobrecen; muestran un partido asustado, devalúan las virtudes reales del candidato y alejan más a quienes disienten. Noemí tiene cómo persuadir; debe convencer, sólo así podrá triunfar.

El País, Marzo 27 de 2010

sábado, marzo 20, 2010

Aventurando predicciones

La actuación nefasta y con visos de corrupción de la Registraduría es una vergüenza para el país que ya había consolidado un sistema confiable de escrutinio. Es inaceptable que por la ‘contratitis’ que aqueja a algunos servidores públicos se haya cambiado un procedimiento que funcionaba. Esperamos sanciones y el restablecimiento de la legalidad para la contienda presidencial.

Por esa ineficiencia aún no se resuelve la consulta conservadora. La dilatada espera daña al Partido: enerva las expectativas y la dilación en la consolidación en torno al candidato único podría generar fracturas internas. Más aún, le roba tiempo de campaña al candidato conservador y crea incertidumbre en la ciudadanía, pues ese resultado ilumina las predicciones sobre quién será el próximo Presidente.

Si para las elecciones presidenciales se mantiene la configuración de las del Congreso -que es una cachetada a la decisión de la Corte de irrespetar el deseo democrático- serán los dos candidatos uribistas los que pasen a la segunda vuelta. El Presidente está entre las dos vertientes, pues la posibilidad de un acuerdo parece poco probable.

La selección de Garzón como vicepresidente parece haber lesionado la certeza que se había tejido sobre Santos. Los conservadores y algunos uribistas no han recibido con beneplácito la designación, pues si Garzón tuviera que asumir la Presidencia se alejaría del proyecto político, pues no representa al uribismo ni a los conservadores. La cercanía entre las votaciones de La U y el conservatismo infla ambos sectores que se sienten fortalecidos y con sólidas expectativas de poder. Ese balance contribuye a que sean fuerzas paralelas y no unitarias. No se ve a los conservadores cediendo su ambición natural de poder a favor de Santos, ni viceversa.

Con el uribismo dividido de esa manera equilibrada podrán ser el Polo, los liberales y los independientes los llamados a definir. Si no votan será una final muy reñida. Si votan seguramente será por aquel candidato que se aleje más de Uribe.

No es fácil predecir cual será el ganador de la segunda vuelta. El baile de los candidatos podría ser así: cercanos a Uribe para mantener su segmento uribista; alejados de Uribe para captar el voto no-uribista. El equilibrio no será delicado, si en la atracción del voto no-uribista traiciona al uribismo puede perderlo, y sin el no tienen posibilidades de triunfo.

El nombramiento de Garzón se anticipa e intenta captar el voto de izquierda, pero puede tener un costo sobre la masa uribista. Si Noemí acierta en su vicepresidente y logra incluir un segmento no-uribista que no agreda la sensibilidad uribista habrá dado un gran paso. Si se acerca a los independientes, por ejemplo, mantiene a sus uribistas, se suma los independientes y puede presentar al dúo Santos-Garzón como lejano a Uribe y arrancarle fieles uribistas. Pero esa distancia de Santos frente a Uribe podría concederle a él los votos de la izquierda.

El gran reto para Noemí será consolidar el Partido en torno suyo. Tiene que responder a las expectativas de los dos sectores del conservatismo: el pastranismo enemigo de Uribe y la masa conservadora que sigue a Uribe.

Aún si el Presidente Uribe señalará su predilección por uno de ellos la disciplina de partido y la natural ambición de poder pueden mantener la división. Uribe tendría que dar mucho más que un guiño; tendría que asumir con fuerza una de las causas.

El Pais, Cali
Marzo 20 de 2010

sábado, marzo 13, 2010

Garzón, el vice

La selección de Angelino Garzón como fórmula vicepresidencial de Juan Manuel Santos, podría interpretarse como una jugada que amplía horizontes políticos, pero en términos de potenciales electores quita más de lo que pone.

Para muchos, Santos ya tiene consolidada la imagen de la seguridad democrática pues ejerció -con éxito- las funciones de ministro de Defensa en el período más productivo de ese campo (‘Raúl Reyes’ fue dado de baja y se realizó la ‘Operación Jaque’). Por ello, sostienen, debía buscar un vicepresidente que le diera a su campaña un contexto social. Garzón con amplió recorrido como sindicalista, ex ministro de Trabajo y ex gobernador del Valle representa una izquierda moderada. Esto -en teoría- disminuye la percepción de Santos como parte de la oligarquía bogotana y un proyecto de derecha, y lo convierte en un candidato con una oferta social atractiva.

Aún así su selección no pone votos. Ningún elector de filiación izquierdista que no fuera a votar por Santos lo haría por la presencia de Garzón; buscará opciones más concretas en el Polo o en el Partido Liberal que también ofrecer alternativas de ese corte. La izquierda está bien representada en el Polo. Clara López Obregón promete ampliar el espectro de la participación femenina por sus preclaras condiciones intelectuales, tecnócrata eficiente y política versada. Así que voto de esa tendencia no será atraído.

Si bien Garzón ha tenido cercanía con el presidente Uribe, su vinculación con el gobierno Pastrana es más notable. Así, la selección de Santos, compañero de aquel gobierno, puede ser un intento por acercar la masa conservadora y enfrentar el proyecto de Noemí -al que el ex presidente Pastrana parece vinculado-. No lo logra. Noemí mantendrá a los pastranistas, pues la aversión a Uribe es más persistente, y, además, los conservadores no se sienten representados en Garzón.

En el contexto uribista el panorama tampoco es alentador. No le conviene a Santos explotar sus vínculos pastranistas pues muchos uribistas son reaccionarios a las políticas de aquel gobierno. Uno de los defectos de Santos -como político y no como tecnócrata- es precisamente que ha pasado por gobiernos de contexturas políticas muy distintas. Esta pertenencia falta de identidad definida causa inquietud en el electorado fiel al presidente Uribe. El uribismo hubiera preferido un vicepresidente más enérgico y comprometido con Uribe.

Garzón no arrastrará ningún voto, pero si apartará muchos, pues aleja a Santos de lo que más votos significa para él: su conexión con el Presidente.

***

Los medios de comunicación han radicado el origen de todos los males en el Congreso, pero es una de las instituciones más importantes de la democracia. Todos deberíamos votar por un candidato que tenga una estructura política similar a la propia, para que todas las corrientes de pensamiento estén representadas.

El Congreso no necesita técnicos, para eso están los ministerios. El político debe conocer los intereses de su región, haberla recorrido y sentido -sin que esto excluya las capacidades-. El compromiso político está ligando al sentido de comunidad y no a la vanidad personal.

No debemos confundir un buen político con una imagen publicitaria construida a base de derrochar fortunas. Hay razones sospechosas bajo esa campañas, pues el salario de congresista no compensa la inversión.

El País, Cali. Marzo 13 de 2010

lunes, marzo 08, 2010

Elecciones de Congreso

Uno de los fenómenos más interesantes en el contexto institucional del país es la mala imagen que tiene el legislativo. Ello contrasta con el hecho de que esta es, precisamente, la única institución elegida por el voto que logra representar a la mayoría de las vertientes políticas que configuran el país. Si bien, el Presidente es elegido en votaciones, todos aquellos que votan por el candidato contrario quedan excluidos. En el Congreso, en cambio, hay espacio para todos. Una cámara de representación nacional y otra de los diversos departamentos debería dar lugar a que viéramos reflejada la sociedad y encontráramos toda la complejidad que somos, representada en unos legisladores.
Pero sucede que el Congreso es la más vituperada de las entidades públicas, se le acusa de ser la más corrupta, incuso cuando su conformación impide que lo sea. Se aproximan las elecciones de Congreso y cada colombiano ha de iniciar la reflexión sobre la manera como votará. Se me ocurre pensar que la mala fama del legislativo está íntimamente ligada a la manera como votamos y esta, a su vez, surge de la falta de un diseño institucional adecuado para el Congreso.
¿Para qué es un Congresista?
Muchos colombianos pensarán que esta es una pregunta sencilla: para hacer las leyes. Pero si se hace la pregunta: ¿para qué o por qué vota por un candidato y no por otro? Se observará que en general, las dos respuestas son bien distintas debiendo ser la misma. Hay una distancia entre la función teórica que cumple un congresista y la función que le otorgan sus votantes. Las expectativas de los votantes sobre sus congresistas, comúnmente, no son que su candidato demuestre un buen criterio para votar las leyes; que represente adecuadamente sus intereses. La mayoría está esperando otras acciones y otros resultados de su voto.
Esta diferencia entre lo que debería ser el congresista –de manera teórica- y lo que sus electores esperan que sea, es lo que dota al Congreso de una dimensión muy difícil, y al mismo tiempo, lo convierte en una entidad que trasciende la sola función legislativa. Quien se aproxime lo suficiente a esa entidad descubre que trabaja mucho y que cumple con muchas misiones.
El congreso no tiene un gran presupuesto así que la idea de que los congresistas roban es ilusa. Lo que podría configurar la corrupción está dictado más bien por su configuración. Los múltiples intereses obran como si se tratara de un mercado. Un dibujo a escala de Colombia donde cada uno representa un grupo de colombianos, un conjunto de intereses, y se negocia con los otros para que cada uno obtenga lo que más se aproxime a los intereses que representa.
Las leyes no son siempre capaces de satisfacer a los electores. Están aquellos que esperan obras para sus regiones, y el congresista tendrá que negociar con los Ministerios para que estas sean incluidas; a cambio ofrecerá su apoyo a esas u otras iniciativas. Están quienes aspiran a cargos, y el congresista tendrá que negociar con su voto para obtenerlos. Están quienes aspiran a la oposición absoluta al gobierno, y los congresistas deberán votar en contra de proyectos que individualmente considerados les parecerían apropiados; puede suceder exactamente lo contrario. Pero el único evento de verdadera perversión es cuando el congresista se desconecta de sus electores y utiliza las negociaciones para su exclusivo beneficio personal. Eso es inaceptable.

sábado, marzo 06, 2010

Los candidatos

Los argumentos jurídicos que esgrime el comunicado de prensa que declaró inexequible la ley que aprobó el referendo reeleccionista son de dos tipos. Por una parte, aparecen aquellos que se refieren a los trámites de la iniciativa y la aprobación de la ley. La Corte encontró defectos que para ella vulneran el sistema y desconocen los límites legales. Sobre ellos cabría la discusión sobre si se trata de vicios subsanables y si aquellos bienes jurídicos agredidos resultan de igual jerarquía que la participación ciudadana, pero alea jacta est. El segundo argumento, según el cual existe un límite sobre el poder de modificar la Constitución, es en cambio interesante y merece un análisis.

La doctrina de la Corte de que la Constitución tiene una integridad que debe ser protegida incluso del poder constituyente primario disuena mucho con la idea de una democracia participativa. Una cosa es decir que el poder constituyente derivado que tiene el Congreso pueda estar limitado a las interpretaciones que sobre la Carta tiene la Corte Constitucional, y otra muy distinta es afirmar que un proceso iniciativa popular de consulta popular -como el referendo- que va al voto directo del pueblo, el constituyente primario, tiene límites. La teoría estaría imponiendo una restricción aberrante para la permanencia en el tiempo de la Constitución. Ello equivale a decir que para que el pueblo pueda modificar el acuerdo básico que cimienta el pacto social, es necesario una nueva Constitución y una asamblea nacional constituyente, que si bien es representativa, no es el pueblo mismo.

Como sea, la sentencia de la Corte Constitucional sobre el referendo es una amarga noticia para las mayorías colombianas. Desde hace mucho tiempo adolecíamos de una carencia de líderes, habíamos tenido que votar como quien juega a la ruleta rusa, y teníamos ya varios tiros en la cabeza. En este juego, casi siempre nefasto, apareció Uribe. Se lanzó de manera independiente y sin el apoyo de los partidos empezó a convocar a la masa de electores. Las fuerzas políticas corrieron tras sus huestes. El Partido Conservador en una gesta que rememora los tiempos de Núñez acompañó al líder que como éste, era necesario para evitar la catástrofe. Así lo hicieron otros partidos. El Partido Liberal de donde Uribe era ‘oriundo’ vio cómo se hundían sus propias aspiraciones de poder y perdió gran parte de su colectividad que se desgranó hacia esa otra forma de liderazgo. El país se enrumbó y la mayoría sintió que era más seguro mantenerse con este capitán que aventurarse en nuevas aguas, pero el deseo se frustró. Pero la serenidad con la que Uribe acató el fallo demuestra que estamos frente a un patriota, demócrata que respeta la institucionalidad.

Las campañas para la Presidencia apenas empiezan, pero ya se vislumbran, otra vez, los candidatos con frases pomposas y vacías que anuncian el mejoramiento de todo, la transformación de todo, el cumplimiento cabal de todas las aspiraciones que tenemos: empleo, riqueza, educación, salud. Anunciado en un tono retórico que no confronta los límites presupuestales ni las dificultades intrínsecas del sistema.

Colombia cambió durante le gobierno Uribe, cada partido definió posiciones sobre cuestiones fundamentales y sabemos que un líder no es sólo buena voluntad; son propuestas concretas que conocen las limitaciones del país. No lo olvidemos y evitaremos dolores de cabeza.

El Pais, Cali, 6 de marzo de 2010

lunes, marzo 01, 2010

Salario Mínimo

Todos estamos de acuerdo en el deseo de que los colombianos tengan un salario que otorgue condiciones dignas de vida. Eso sería lo ideal. Pero, el debate sobre el salario mínimo (SM) no se refiere a ello; está circunscrito más bien, a las siguientes preguntas: ¿Fijar el SM contribuye al propósito de que los más vulnerables tengan garantizada su subsistencia? ¿Cuáles son los efectos de un SM fijo? ¿Qué puede hacerse para que todos los colombianos tengan un salario digno?

Tenemos un salario mínimo legal y a pesar de ello muchos colombianos ganan mucho menos. Según un estudio del Banco de la República tan sólo el 5,9% de los trabajadores ganan un salario mínimo; en tanto que el 29.9% gana menos de esa cifra. Más aún, el porcentajes de trabajadores que ganan un SMLM tiende a disminuir, en tanto cada vez son más los trabajadores con un salario menor al SM. Y un dato más interesante aún es que en la fracción más pobre de la población el 67,2% de los trabajadores percibe un salario menor al legal mensual.

Así que por sólo aspirar y regular que ese debería ser el salario mínimo ello no sucede. No se trata, en este caso, de un problema de implementación de la ley, sino de la realidad económica del país. Dentro del grupo de colombianos que trabajan y que ganan menos de un salario mínimo una fracción importante se agrupa en la informalidad, trabajadores independientes y los ayudantes familiares. Si, por ejemplo, una microempresa necesita un empleado debe contar con $515.000 para el salario minino y 50% adicional que deberá pagar en salud, pensiones, cesantías y parafiscales, es decir $257.000. Si la empresa produce tan sólo $300.000 pesos tiene tres opciones: No contratar a nadie y mantenerse como una empresa familiar sin posibilidades de crecimiento; vincular un miembro de la familia que estaría cumpliendo con un trabajo por menos de lo que la ley exige; contratar informalmente a un trabajador al que sólo le pagará los $300.000. La cuestión no es fácil, por una parte, es cierto que un salario tan bajo no hace justicia al trabajador, pero esa, tal vez, no sería la visión de los 2'830.000 colombianos que no tiene empleo. ¿Qué es mejor más empleo y menos salario?

Entre los efectos de tener un salario mínimo que disuena con las realidades nacionales, tenemos que aquellas personas que no ganan un salario mínimo quedan por fuera del sistema de protección social del país; significa que no pueden contribuir a pensiones, cesantías, ni salud de acuerdo a sus ingresos, sino que deben hacerlo de acuerdo a ese salario mínimo, que resulta muy alto para muchos. Además tampoco tienen garantías, pues si bien podrían demandar a sus patrones para obtener lo que es legal, muchos de ellos comprenden que esta es una visión de corto plazo, que compromete su capacidad de trabajar en el tiempo.

La cuestión de si reducir el salario mínimo contribuye a arreglar el problema no es fácil de resolver. No sería aceptable que los trabajadores que hoy en día ganan el mínimo tuvieran que ganar menos. La experiencia de la ley de generación de empleo que preveía rebajas salariales para la creación de nuevos empleos no mostró mayores resultados. Lo que si es evidente es la necesidad de flexibilizar el sistema de protección social, de manera que quienes ganan menos del mínimo puedan vincularse y obtener si no todos los servicios al menos lo básico que proteja sus derechos fundamentales.