Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, abril 27, 2013

La letra muerta

Mi columna de El Espectador, en la que invité a comparar la moralidad entre EE.UU. y Colombia en lo que se refiere a su manera de atender la seguridad interna, tuvo el privilegio de ser discutida por el Dr. Kalmanovitz, reconocido por su aguda inteligencia. Mi propósito era reparar en la manera como el país del norte se sacude por la ocurrencia de hechos violentos, mientras hechos similares o peores suceden en nuestro país sin ocupar siquiera un titular. También, resalté la efectividad mediante la cual se sometió a los violentos, en ese país donde la ley está respaldada por una amenaza real de castigo. EE.UU. ejerce el monopolio de la fuerza, por la aparente paradoja de que, precisamente, tiene el monopolio de la fuerza. Coincido en casi todas las observaciones del columnista, sin embargo quisiera, en tanto la brevedad de este escrito lo permite, referirme a mis discrepancias. Mi llamado no es a profundizar el conflicto, sino al respeto a la ley. Aquella formula terrenal y burda que pretende hacer tangible el siempre supremo principio de Justicia. Mi reclamo sobre la justicia va más allá de las Farc y de los paramilitares; se refiere a una dolencia profunda cuyas consecuencias desarticulan la consolidación del Estado de derecho. Dejando de lado el que los casos de inoperancia judicial a los que se refiere Kalmanovitz fueron seleccionados según sus preferencias políticas, y que por lo tanto se refieren al gobierno Uribe, cabe anotar que las injusticias en nuestro país superan lo numerable. ¿Qué pasó con las investigaciones sobre la Catedral desde donde Pablo Escobar mandaba a asesinar? ¿Qué con el asesinato de Álvaro Gómez donde los únicos investigados son los propios Gómez? ¿Qué con el asesinato del chofer de Horacio Serpa o la monita retrechera? Y mi constante queja: el que quienes han producido tanta violencia en nuestro país sean perdonados con total impunidad. Sostiene el columnista que mi clamor por el respeto a la ley, debe quedar subsanado por la utilización de la justicia transicional para las Farc; y estoy de acuerdo siempre y cuando aquella garantice unos mínimos de justicia, verdad y reparación. La suspensión de la pena, las sanciones extrajudiciales, las penas alternativas, las modalidades especiales de cumplimento de la pena y la renuncia a la persecución judicial que consagra el Marco Jurídico para la Paz no lo hacen. Condenar a alguien para que no pague un día de cárcel, no es justicia; se parece más a las condenas en las que el procesado escapa de la cárcel o nunca es detenido. Coincidamos el Dr. Kalmanovich y yo en el diagnóstico de que este país necesita superar la aplicación selectiva y esporádica de la ley para pasar a un escenario donde la Justicia juzgue, y el Estado proteja y aplique la ley. Tampoco diferimos en que conviene hacer una última excepción a la ley para permitirle a las Farc dejar las armas. Nuestra diferencia aparece en qué tanta justicia, verdad y reparación podemos ceder. Tengo lo opinión de que Colombia no podrá dejar atrás la violencia mientras legitime su uso como mecanismo de acceso a la política. Este es el momento en que la sociedad colombiana debe decidir el mensaje que les da a los violentos: si los fines políticos justifican el uso de la violencia, si la búsqueda de la paz pasa por la abolición de todo principio de justicia. La ley es tan sólo un incentivo, que si se prueba completamente ineficaz, hace de la ley letra muerta. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/letra-muerta

sábado, abril 20, 2013

¿Todo vale?

Todo vale es una frase que acuñaron algunos políticos para criticar a otros sobre la base de que las decisiones pragmáticas no son deseables. La cuestión de fondo es si el fin justifica los medios. Cabe, por supuesto, el análisis de cuáles medios y con qué fines. El Presidente dice que el proceso de La Habana es para “pasar de las balas a los votos”; dice que las víctimas quieren justicia, pero que los que pueden ser víctimas piden una paz negociada para evitar ser víctimas; es decir que la Paz se opone a la Justicia. A muchos les parece bien, pues consideran que la Paz, como fin, es suficiente para avalar todos los medios. Así mismo respaldan que el Fiscal diga que mientras no haya condenas, podemos hacer de cuenta que no hubo delitos de lesa humanidad. Con ese mismo argumento, la Paz como fin, también algunos apoyan que nuestro Presidente -elegido con los votos uribistas- se haya unido al clan chavista, y con el club de la Unasur pose en la foto de posesión de Maduro; que quedará como recuerdo para el futuro, del día en que Latinoamérica fue cómplice de la caída de la democracia en Venezuela. Las grandes cuestiones son siempre una buena ocasión para jerarquizar los valores. ¿Paz vs. Justicia? ¿Paz nacional vs. daños en democracias extranjeras? Estas parejas pueden tener un fácil ganador, pero es posible complejizarlas si se incluyen factores reales que disminuyen la abstracción. ¿Reducción de la violencia con concesiones a los violentos vs. Violencia con justicia inoperante? ¿La ilusión de la potencialidad de justicia en medio de la violencia por delincuentes comunes y las Farc vs. Acabar la franquicia de las Farc, y tener la violencia cometida solo por delincuentes comunes, otorgándole representación política a los terroristas de las Farc? ¿Venezuela con el chavismo imponiendo una pax romana y sin democracia vs. Venezuela con el chavismo incendiando la democracia? Los escenarios posibles son mucho más complejos, ninguno ofrece justicia, ninguno incluye la paz, ninguno el bienestar inmediato de Venezuela, ninguno un final feliz. La cuestión primordial es que hay valores por los que vale la pena luchar. Uno de ellos es la democracia, es el sistema que permite el debate civilizado de las opiniones y la elección del sistema más convincente; pero sobretodo la certeza de que si este no funciona será posible cambiarlo. El Chavismo le mostró al mundo que es posible acceder al poder por vías democráticas y aferrarse a él por cualquier método. Una vez se ganan las elecciones se hacen reformas para perpetuar una sólo doctrina y se elimina la posibilidad de que alguna otra pueda derrocarlo. El proceso ha sido lento, bien concebido, y hoy vemos cómo los escrutadores de la democracia venezolana no sienten vergüenza en tomar partido por uno de los contrincantes. Es evidente que todas las instituciones están cooptadas, que no hay derechos ni garantías para la oposición. Con esta manera de proceder la democracia está muerta. La Unasur, siempre fiel a la ideología y no a la democracia, sancionó a Honduras y a Paraguay por usar métodos constitucionales que afectaban a la izquierda; y hoy avalan el exabrupto venezolano que la favorece. ¿Alguien no entiende por qué hay afán de que las Farc entren en la política? ¿Alguien aún no ve la amenaza que ellos suponen para nuestra democracia? ¿Aún consideran que una paz abstracta-inalcanzable justifica una amenaza real y evidente a la democracia colombiana? http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/todo-vale

sábado, abril 13, 2013

Memoria selectiva

María Elvira Samper -a quien admiro y respeto- dice que quienes criticamos el proceso de paz tenemos memoria selectiva; ella presume de una claridad retrospectiva, posible sólo cuando se juzga el proceso concluido con la distancia del tiempo. Sostiene que somos duros con el proceso de La Habana y no vemos las fallas de Ralito. La linealidad cronológica exige que el proceso con los paras se comparara con el anterior; el del M19. En ese proceso Barco y Gaviria concedieron impunidad total, nada de verdad y mucho menos algo de reparación. Los otrora guerrilleros fueron elevados a las altas dignidades del Estado. Para arreglar sus diferencias se realizó una Constituyente -con una lánguida y parca participación popular- que terminó siendo infiltrada por los dineros de Pablo Escobar para derogar la extradición. Esa era la manera como se entendía la negociación con los violentos. La justicia que se le aplicó a Pablo Escobar fue La Catedral -que tan bien conoce el Min Carrillo- donde se delinquía y era Escobar quien mandaba. Esos eran los parámetros con los que se inició Justicia y Paz. Con esos precedentes es evidente que el proceso con los ‘paras’ pretendía un cambio sustantivo, establecía unos mínimos de justicia, verdad y reparación. Claro que había cesiones, pero en sí constituían un gran avance frente a lo que había vivido el país. Si Ralito se comparaba con el del M19, La Habana tiene que medirse con Ralito; frente al cual hay severos retrocesos: Uribe tenía las mayorías en el Congreso para aprobarlo como quería, sin embargo escuchó la crítica frente a la Ley de Justicia y Paz y el proyecto se transformó y mejoró. El Marco para la Paz, no atendió ninguna de las sugerencias de los opositores, que fueron tildados de enemigos de la paz. Recordará el país que ese Marco se aprobó el mismo día en que los beneficiarios -las Farc- intentaron eliminar a Fernando Londoño, líder de la crítica. El Presidente incitó a que se hiciera así sin esperar siquiera a que se enfriaran los dos escoltas muertos. Justicia y Paz tuvo muchas fallas que dieron lugar a que los ‘paras’ no fueran sancionados como se establecía; pero el nuevo Marco no corrigió los errores, ni mejoró los mecanismos; se limitó a consagrar la impunidad total. Y lo que es más grave; aún falta la negociación, que se iniciará con esa exagerada oferta del Gobierno. En los tiempos de Uribe, las instituciones democráticas enfrentaron el debate de Justicia y Paz, del lado de la justicia, la verdad y la reparación -como debe ser. Hoy vemos un espectáculo peculiar: el Presidente de la Corte Suprema de Justicia anuncia que la Justicia no puede ser obstáculo para la paz. El Fiscal General dice que prefiere ver a los guerrilleros en el Congreso y agrega que pueden hacer política porque no tienen condenas por delitos de lesa humanidad. Confunde la negligencia de la Fiscalía y la jurisdicción para condenar los actos de las Farc, con la ausencia de ese tipo de crímenes. Aquello exige que alguien asuma la defensa de los valores justos; pues el equilibrio de los poderes parece estar fallando. La Paz puede justificar muchos medios. El Gobierno anuncia la Paz y ofrece concesiones como si las Farc fueran capaces de otorgarla. Sin embargo, sabemos que terminada la negociación habrá suficiente violencia para no sentirnos en paz. Comprar la franquicia ‘Farc’ -el mero nombre- es un avance importante, pero no es la paz. El debate es cuánta justicia, cuánta verdad, cuánta reparación vamos a ceder a cambio de ese nombre. El límite es que las concesiones no sean incentivos para la violencia; que no den el mensaje a los otros grupos armados de que la violencia es un vehículo para la política, y que hay gobiernos laxos que les permitirán obtener beneficios para cesar su violencia. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/memoria-selectiva

sábado, marzo 30, 2013

Popayán de los olvidos

El sonido de las timbas y los redoblantes es el corazón de la ciudad que palpita mientras sobre las calles se deslizan los Pasos de la procesión como si fueran su propia sangre. De vez en cuando, una trompeta lastimera gime como un pájaro cantando en el desierto. En un instante la nota de un violín es capaz de conmoverlo todo. A la majestad de la procesión se unen las caras felices de quienes desde los andenes la observan; trasportados a un tiempo donde los minutos discurren distendidos, donde la ciudad se hace grande, potente y aparenta todavía poderío. Esa Popayán está cada vez más rezagada en los confines de la leyenda, a veces parece haberse perdida en el tiempo para darle paso a otra ciudad. Esta nueva Popayán es una de las ciudades que más sufre, en esta ya atormentada Colombia. Tiene uno de los índices de desempleo más altos del país, con preocupantes indicadores de pobreza, con problemas de movilidad y de basuras, con dificultades de educación, jóvenes sin oportunidades, desplazados que llegan, delincuencia que afecta la seguridad y las Farc como un monstruo que asedia en la ladera. El país que la ignora y decide no mirarla; tampoco la ve. La siguen castigando por su gloria pasada y la juzgan con adjetivos duros para señalar que su destino es el resultado de esas características. Se le critica ser la ciudad de los ‘terratenientes’ como si ser dueño de la tierra fuera un crimen insuperable; y aún si lo fuera el país no nota que desde hace ya muchos años la mayoría de los terratenientes fueron despojados por el Incora de sus predios; para que pasaran a manos de indígenas, campesinos y poblaciones negras. El tránsito se hizo sin que nadie asesinara a esas comunidades; y si hubo muertos fueron los de algunos dueños de tierra que quisieron enfrentarse a las invasiones y al duro proceso de expropiación al que los sometió el Estado. Aún quedan mucho de esos ‘terratenientes’ sumidos en la ruina, pagando los impuestos de unas tierras que están invadidas por los indígenas; y que el Estado no compra. La nueva Popayán no tiene ya ninguna industria; ni aún la agrícola para mantenerse; ahora hay pocas reses, pocos cultivos, poca leche. El mayor empleador es el Estado, lo que ha convertido a las administraciones públicas en un despótico régimen, parecido al de la antigua Unión Soviética; el que no pertenece al partido no come. Así se van’ perpetuando una clase mafiosa que se ase al poder para el beneficio propio y el de su grupúsculo. Esta Popayán estuvo sitiada 14 días durante el paro cafetero. Sin acceso; los alimentos escasearon, se acabó la gasolina, la carencia de insumos médicos causó más de una muerte. El gobierno dijo fue que debían soportarlo, sería sólo unos días. Los popayanejos así lo hicieron. Cuando al fin el acceso a la ciudad fue posible, pocos estudiantes de la Universidad del Cauca mancharon las calles recién blanqueadas para la Semana Santa para manifestar su descontento. Los popayanejos debieron soportarlo. Estos son sólo ejemplos que dibujan cómo a esta Popayán le ha tocado ver cómo las vías de hecho siempre logran lo que se proponen, mientras la ciudad impasible sigue asentada en la falda de sus volcanes. En la Semana Santa, Popayán revive su espíritu de lucha, su actitud austera, su fe invencible en el futuro y la convicción férrea de que perdurará; pues en un año volverá su corazón a latir tan pronto como El Amo descienda desde Belén y sea recibido entre ramos por la ciudad. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/popayan-olvidos

viernes, marzo 22, 2013

Crece la oposición

El Polo y el uribismo apoyaron la protesta de los cafeteros; los primeros consistentes con su posición adversa a los tratados de libre comercio, y los uribistas como crítica a una política macroeconómica insensible que ha permitido la excesiva revaluación del peso y la correlativa pérdida de la competitividad de los productos colombianos. La crítica al gobierno crece también en torno al proceso de paz. El expresidente Pastrana ha señalado su preocupación, pues el proceso se adelanta de espaldas al país y con la presión de la reelección. Se trata de observaciones importantes que demuestran que los señalamientos que ha venido haciendo el uribismo no se deben solo a una desavenencia política -como pretenden hacerlo ver algunos santistas- sino de cuestiones de fondo. Señala Pastrana que la presión que impone la reelección al ahora presidente-candidato Santos es inconveniente para el proceso. Santos confía en firmar antes de noviembre para presentar ese acuerdo como el resultado de su gobierno y aspirar así a la reelección. Eso lo sabemos todos, lo saben las Farc y sabrán ellos, también, aprovechar la coyuntura para exprimir de ella más y mejores beneficios. El deseo de concluir puede precipitar acuerdos y concesiones por parte del gobierno. Cederle a las Farc es muy costoso para la sociedad; una negociación mal hecha, demasiado generosa, daña la institucionalidad, debilita la ley y el Estado e incentiva el crimen. Además la injusticia de que unos narcoterroristas alcancen la impunidad y además la representación política, puede ser un terrible precedente para Colombia. El Mandatario conservador pidió caguanizar el proceso; pues muchos solo recuerdan los aspectos negativos de tal proceso. Pero hay que reconocerle al proceso anterior algunas ventajas frente al de La Habana. En el Caguán la sociedad colombiana sabía lo que estaba pasando; había participación e información. Dicen que esa pluralidad de voces e intereses impedía el avance de la negociación, y que en muchos explica su fracaso. Se dice, ilusoriamente, que el proceso de La Habana ha sido ágil y fluido. Como lo señala Juan Manuel Charry, el proceso de La Habana se inició en agosto de 2012, lleva más de 10 rondas, más de 65 encuentros y aún no evacúan el primero de los cinco puntos. Y a esto habría que sumarle toda la negociación que se hizo en la sombra, sin que el país supiera. Así que pese a la unanimidad, a los pocos negociadores, tampoco es fácil el acuerdo. Más aún, cabe preguntarse si una negociación hecha por unos pocos puede imponérsele al resto de los colombianos. Pastrana hizo un intento de paz serio que cumplía con la voluntad de sus electores quienes votaron para que el entonces mandatario intentara una salida negociada del conflicto. Santos, en cambio, fue elegido por quienes creían en Uribe; como una refrendación a las políticas uribistas que había cerrado la posibilidad de que los violentos aspiraran a negociaciones para obtener beneficios; se les ofrecía dialogo solo para discutir rebajas de penas y condiciones de reinserción con la condición de verdad, justicia y reparación. Se entienden entonces que Santos adelanta un proceso con poca legitimidad. Es un Gobierno que optó por un tipo de negociación que no apoyaba la democracia; es un motivo más de debilidad de quienes están en la mesa representándonos. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/crece-oposicion

sábado, marzo 16, 2013

Nuevo Papa

La elección del nuevo Francisco nos ha llenado de emoción. Ya muchos han señalado su carisma, su manera de ser sencilla, humilde, franca, y somos muchos quienes nos hemos conmovido con sus palabras y sus actos. Su papado se anuncia desde ya como uno muy significativo que le devolverá a la comunidad católica el entusiasmo por su Pastor. Esta elección sucede en medio de circunstancias difíciles para el mundo y para la propia Iglesia atormentada por los escándalos de pederastia y los cuestionados manejos del Banco del Vaticano. Muchos consideran que el nuevo Papa está llamado a hacer trasformaciones de fondo en la Iglesia. Se habla prioritariamente de la necesidad de ajustar los planteamientos sobre aborto, matrimonio homosexual y uso de preservativos. En una escala menor, se discute la participación de las mujeres en la Iglesia y el celibato de los sacerdotes. Y aparece como última cuestión menor la del acercamiento a los fieles y la misión evangelizadora de la Iglesia. El Papa anunció su decisión de tomar este último aspecto como el esencial: acercar la Iglesia a la gente, posponer las discusiones internas, para cumplir con la misión de ayudar y acompañar la vida espiritual y material de los fieles. Se rumora que será severo con las exigencias que les hará a los cardenales a quienes invitó a llevar la Cruz de Cristo y tener una vida irreprochable. Incluso se especula sobre su decisión de que Bernard Francis Law -quien fuera señalado de encubrir a los religiosos pederastas cuando fungió como Arzobispo de Boston- tenga una vida en clausura. Se trata sin lugar a dudas de muestras de que los temas esenciales de la Iglesia serán atendidos de manera adecuada; pues en sólo tres días el Papa ha mostrado decisión, sabiduría y carisma para trasformar aquello que debe cambiar. Algunos ya se quejan de que este Papa no sea un revolucionario y altere la doctrina sobre los temas que ellos consideran retardatarios. Es curioso advertir que quienes más lo piden son quienes están por fuera de la institución católica; y que lo exigen no como condición para volver a ella, sino como requerimiento para tolerarla. Algunos de esos -que se sienten tan sapientes como para querer imponerle sus ideas a una institución a la que no pertenecen ni respetan- ahora calumnian al Papa. A los anticlericales les fastidia el maravilloso efecto de felicidad que ha causado la designación de Francisco; les molesta que se revivía la efervescencia y unión que ha causado el nuevo Papa. Sobre el afán reformatorio cabe preguntarse si la institución que a cuyo cargo ha estado una tradición milenaria puede transformarse de un día a otro. Más aún, si tiene algún valor la función de la tradición que es precisamente la solidez y la seguridad de lo que no cambia; es aquello inamovible en un mundo que naufraga. Además conviene advertir que muchos de estos asuntos no están resueltos en las sociedades; siguen abiertos a los vaivenes de la política y la opinión. Cambiar no es un acto de decisión; es un camino. El Papa latinoamericano tiene sobre hombros el destino de la Iglesia y se espera de él una acción a favor de las economías emergentes y pobres. Tendrá que ser como ha sido, un hombre que lucha por seguir en sendero de Cristo, sin dejarse tentar y utilizar los las fuerzas oscuras. No faltan los demagogos oportunistas latinoamericanos que pasan -sin solución de continuidad- de criticar la institución católica, para ser sus más fieles seguidores, incluso artífices de la elección de Papa. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/nuevo-papa

viernes, marzo 08, 2013

Santos No

Era de esperarse que el presidente Santos empezara a perder popularidad. Las encuestas lo favorecieron mientras la gente se percató de que se había apartado del proyecto político que lo eligió. Algunos aún se preguntan porque la mayoría de los colombianos no estamos satisfechos con el gobierno Santos; si según ellos mismos interpretan, este no se ha alejado de las políticas de Uribe; sólo de la persona. Santos es un mandatario impredecible; es así como sería demasiado insistir en que continúa algo. La consistencia no preocupa a este gobierno. Ataca a los cafeteros con la fuerza pública y se niega a negociar con los campesinos del café porque han recurrido a vías de hecho; pero al mismo tiempo puede negociar con las Farc, incursas en métodos violentos. Habla con fuerza contra los violentos desde el Caguán, y desde la Habana les ofrecen tramitar las reformas legales y constitucionales que sugieran al firmar la paz. Las políticas de Santos son volubles; sujetas a los vientos de la opinión a los porcentajes de las encuestas; azarosos e imprevisibles. Esa imposibilidad de anticipar sus decisiones muestra que no sigue ningún proyecto. Y si en sus acciones es indescifrable, en su discurso es peor. Nuestro Presidente tiene gran facilidad para no decir la verdad; la retuerce, la esconde e incluso miente cuando lo considera necesario. Siempre busca la ambigüedad, la manera de no tomar posiciones para quedar bien con todo el mundo. No es posible saber que piensa, hacia donde va. Santos nos devolvió al centralismo. La reforma a las regalías que desdibujó el esfuerzo por hacer a los gobiernos locales responsables de sus decisiones. Lo que es peor, es evidente su desconexión con la provincia, la manera despótica con la que se la mira. Es el viejo y conocido gobierno bogotano; que mira la periferia como un sórdido mundo inferior, cuyo mayor valor es el mero territorio, y entiende las obligaciones del Estado como generosas concesiones y regalos. Este gobierno además es insaciable: no le bastan las regalías nutridas por el buen precio de las commodities; ni el aumento del recaudo tributario. La reforma del Estado no ha mostrado su utilidad, se limitó a crear más burocracia. Le bajó impuestos a las empresas, pero se lo trasladó a las personas asalariadas. No respetó la decisión del congreso de bajar la gasolina y en un par de mes la devolvió a los precios anteriores. Todos esos recursos, inmensos, fruto del trabajo de los colombianos, se guardan sin que se ejecuten las obras. Algunos sospechan que se trata de una estrategia almacenar los recursos y utilizarlos sólo al servicio de la reelección; no lo creo. Se trata de una incapacidad de mover el Estado y de ejecutar las obras que le corresponden. Tiene este gobierno una idea de lo que debe ser y pretende imponérnosla como una verdad. Se siente con una supremacía sobre los demás; tanto así, que decidió no respetar el mandato de los electores. Sólo alguien que se siente superior a la democracia, a la gente, es capaz de reemplazar el mandado ciudadano por el propio. Se atreve el Presidente a decirnos que nuestras percepciones son erróneas; sostiene, por ejemplo, que si nos sentimos inseguros, es porque no conocemos los resultados de su gobierno. Los buenos gobiernos no necesitan de publicidad para ser aplaudidos; la buena política la deben sentir los ciudadanos en su vida. Santos es aplaudido en Venezuela, porque sus políticas se parecen más a las de Chávez que a las de Uribe. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/santos