Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


jueves, enero 21, 2010

Sin agua

Los cronistas españoles hablaban de la exuberancia del río Magdalena. De sus narraciones se colige que era algo de proporciones impresionantes y que el agua abundante era sólo uno de los atractivos de sus orillas selváticas pobladas de variadísimas especies. De aquello sólo nos queda eso, las crónicas. El río se convirtió en un enflaquecido cuerpo de aguas turbias que ningún europeo envidiaría. Así pasó con los otros ríos otrora navegables, hoy tienen barcos encallados que ven pasar a su lado el río disminuido como una alcantarilla lenta y triste.

Colombia es un país rico en agua, pero no está donde la necesitamos. La mayoría de la población se asienta sobre la cordillera y el grueso de los recursos hídricos están en zonas poco pobladas al sur y oriente del país. Aquellos cauces que circulan por los asentamientos humanos están contaminados especialmente por aguas negras y son cada vez menos aprovechables. Además, los nacimientos de los ríos están descuidados. Los páramos -primordiales generadores- están azotados por la agricultura, la ganadería y la minería; todas ellas prohibidas, pero en creciente apogeo. Los cauces han perdido su cobertura vegetal y son explotados para material de construcción sin límites ni control.

Las consecuencias no hay que explicarlas, con el Fenómeno del Niño empezamos a vislumbrar su severidad. Los ríos han perdido su caudal, más de 200 municipios con la amenaza de quedar sin agua, en Cundinamarca 22 municipios requieren abastecimiento, en varios barrios de Cali y en los Santanderes hay racionamientos, en Pereira y sus alrededores más de 50.000 personas afectadas por la sequía del río Barbas, en Santa Marta y Ciénega se taladran pozos profundos, en lo que va del año más de 2.000 hectáreas quemadas por incendios, entre otros casos. Y según el Ideam éste es el inicio el verano.

Es un anticipo de lo que va a suceder con el calentamiento global. Los fenómenos como el Niño y la Niña serán mucho más frecuentes, la alteración de los patrones de lluvia y la temperatura afectarán ecosistemas fundamentales como los páramos, las selvas y los glaciares. La producción de agua tenderá a disminuir y debemos actuar ahora.

Los planes departamentales de agua son un hecho importantísimo, pues son el primer intento serio para cumplir con las Metas del Milenio. El Estado y las entidades territoriales han comprometido cuantiosos recursos para asegurar agua potable y el saneamiento básico, pero la infraestructura no es suficiente. Hace falta pensar en la continuidad del suministro y en la eficacia de los sistemas de tratamiento de las aguas residuales de los hogares para frenar la contaminación. Parecería lógico reforestar los nacimientos y los causes de los ríos, no sólo los que usamos actualmente sino aquellos que podremos necesitar en el futuro. Implementar la tasa retributiva para que las empresas de alcantarillado utilicen plantas de tratamiento.

La normatividad para la protección, conservación y uso racional del agua existe, pero su implementación ha sido casi nula. El Viceministerio de Agua y las CAR están fallando gravemente. La escasez de agua -anunciada por el Ideam desde hace ya años- será cada vez más severa y aún no se hace nada.

Como país tropical estamos acostumbrados a las estabilidad y abundancia de los recursos naturales, pero el calentamiento global es inminente y exige una visión de largo plazo: planeación y ejecución.

El Pais-Cali 16 de enero de 2010

miércoles, enero 13, 2010

Asistencia Social

Erradicar la pobreza es el reto más difícil de los países en desarrollo. Las medidas deben tener dos sentidos; por un lado, enfrentar la inminencia de la escasez y garantizar estándares aceptables de vida y, por otro, estimular en el individuo el deseo de progreso y en la sociedad la facilidad de oportunidades y enriquecimiento.

La receta aparentemente sencilla reviste serias dificultades. Sucede muchas veces que aquellos que han empezado su ciclo laboral y están en la base de la pirámide son atraídos por la gratuidad de los beneficios y prefieren desertar del esfuerzo para refugiarse en ellos. La asistencia social, entonces, se convierte en estímulo para mantenerse pobre y dependiente. Los problemas ideológicos que subyacen no se detienen ahí. Los beneficiarios de las ayudas estatales pierden el incentivo de trabajar y prefieren convertirse en rentistas, aunque se trate de sumas insignificantes. Los sistemas pueden crear dinámicas que, lejos de ayudar, dificultan el desarrollo y reproducen la pobreza. La manera como ésta es interpretada por la sociedad, como una suerte de inutilidad que debe ser atendida por el Estado, se trasplanta al imaginario de los individuos que empiezan a considerarse a sí mismos incapaces, dependientes del Estado. Es así como asuntos que ellos mismos podrían resolver empiezan a posponerse y la incapacidad del Estado para hacerlo se vuelve excusa y causa de carencia de iniciativa o empeño.

En Colombia son necesarios controles a nuestros programas. Conocemos muy bien los defectos del Sisben, pero el más atroz, sin lugar a dudas, es que las personas ‘sisbenizadas’ que encuentran un trabajo se niegan a aceptar que su patrono los afilie a los sistemas de seguridad social. Lo hacen -y con toda razón- porque una vez se sale del Sisben es casi imposible volver a él. La solución parece sencilla, un decreto que establezca que quien sea Sisben y migre al sistema contributivo volverá a estar inscrito en el Sisben de manera automática cada vez que salga del sistema contributivo.

Familias en Acción, donde se percibe un ingreso por cada hijo en el sistema educativo, carece de control sobre el número de hijos permitidos. Muchas familias han optado por tener más hijos para aumentar sus ingresos. Se trata de un error supino no sólo por la sobrepoblación mundial, sino porque hará inviable el programa.

Las familias guardabosques reciben parte de las contribuciones en insumos que deben retirar de ferreterías de las zonas. Es sabido que muchos beneficiarios hacen arreglos con los vendedores y reciben un menor valor en efectivo o revenden los suministros. Se requiere intervención para que los estímulos no se dispersen y terminen en otras manos.

Son innumerables los casos de falsos desplazados que descaradamente se apropian de beneficios. No existe instancia firme en el proceso donde se establezca la veracidad del desplazamiento y el sistema es permeable a las trampas. Las cartas de desplazado que entregan las defensorías del Pueblo no se le niegan a nadie y luego se convierten en prueba -muchas veces falsa- para acceder a las ayudas. Hace falta inspección para distinguir los desplazados de quienes se hacen pasar por ellos y acabar con esa práctica corrupta.

Atender y ayudar adecuadamente a quienes lo necesitan debe propender a encausarlos hacia una vida productiva y esencialmente autónoma y sin crear desincentivos a la dinámica productiva del país.

El Pais, Cali, 9 de enero de 2010

miércoles, enero 06, 2010

Propósitos de año nuevo

Este año se cumplen 2010 años de la era cristiana, 518 años del descubrimiento de América, 200 años de nuestra independencia, 19 años de la nueva Constitución, la primera década de este siglo e iniciamos con los ojos abiertos una época con antiguos y nuevos desafíos.

Como humanidad este será un decenio definitivo para replantear nuestra relación con el medio ambiente. A las consideraciones sobre nuestra capacidad de resiliencia ante el inminente fenómeno del calentamiento global, se deben sumar las reflexiones éticas sobre el derecho a la subsistencia de las demás especies. Estamos ad portas de un cambio de paradigma donde la supremacía humana conllevará responsabilidades sin antecedentes. El hombre requirió 20 siglos para dominar e imponerse a las fuerzas de la naturaleza y de ahora en adelante se trata de protegerla y conservarla.

Colombia inicia un decenio mejor que el anterior, pero plagado de retos. Extirpar el secuestro debe ser la prioridad. No sólo deben ser liberados de manera inmediata e incondicional todos los secuestrados tanto políticos como económicos, sino que el flagelo debe desaparecer. El secuestro es uno de los crímenes más atroces que se pueden cometer: se asemeja a la esclavitud en la pérdida de la libertad y de la autodeterminación propias del individuo y tiene las afrentas de la tortura, la extorsión familiar y social, y el efecto de terror que causa sobre las colectividades. La práctica del secuestro pone de presente el tenebroso accionar de abominables criminales; jamás podrá justificarlo ninguna ideología y es una afrenta a los pensadores de la izquierda europea que fueron humanistas que buscaban erradicar formas mucho más sutiles de esclavitud, como la alienación. Los árboles que sostienen las cadenas que amarran a compatriotas caerán bajo el peso de su propia concupiscencia.

La Seguridad Democrática debe avanzar decididamente. Nuestras fuerzas armadas que han hecho un esfuerzo extraordinario para enfrentar dentro de la legalidad una guerra irregular y narcoterrorista, merecen el respaldo de la Nación. Por supuesto que aquellos que portan las armas de la República y delincan deben ser sancionados; pero no podemos abandonar a quienes han cumplido con su deber y son víctimas de falsas y perniciosas acusaciones. Es inaplazable diseñar un sistema que garantice a esos servidores de la patria una defensa justa y le dé a la Nación la tranquilidad de que no defraudará a quienes ponen en vilo su vida por la seguridad que disfrutamos todos. ¿Qué sociedad seríamos si damos la espalda a quienes se sacrifican por la libertad y la institucionalidad? Más vale un culpable libre, que un inocente injustamente condenado.

La relación con EE.UU. requiere de ajustes: el TLC debería ser aprobado como muestra de respaldo a la economía legal de nuestro país. En el tráfico a las drogas, requerimos mayor cooperación; los recursos de los narcotraficantes que extraditamos deben regresar completos al país para ser destinados a las víctimas y desplazados derivados del narcoterrorismo. El Plan Colombia debería contemplar nuevos aportes para garantizar la seguridad y eficacia de la erradicación manual y el saneamiento ambiental.

En el contexto suramericano la Nación entera debe cerrar filas en torno al Presidente como símbolo de nuestra democracia y soberanía, es la mejor manera de cerrar también la boca del vecino comandante y sus aliados.

El País, 2 de enero de 2010