Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


miércoles, enero 13, 2010

Asistencia Social

Erradicar la pobreza es el reto más difícil de los países en desarrollo. Las medidas deben tener dos sentidos; por un lado, enfrentar la inminencia de la escasez y garantizar estándares aceptables de vida y, por otro, estimular en el individuo el deseo de progreso y en la sociedad la facilidad de oportunidades y enriquecimiento.

La receta aparentemente sencilla reviste serias dificultades. Sucede muchas veces que aquellos que han empezado su ciclo laboral y están en la base de la pirámide son atraídos por la gratuidad de los beneficios y prefieren desertar del esfuerzo para refugiarse en ellos. La asistencia social, entonces, se convierte en estímulo para mantenerse pobre y dependiente. Los problemas ideológicos que subyacen no se detienen ahí. Los beneficiarios de las ayudas estatales pierden el incentivo de trabajar y prefieren convertirse en rentistas, aunque se trate de sumas insignificantes. Los sistemas pueden crear dinámicas que, lejos de ayudar, dificultan el desarrollo y reproducen la pobreza. La manera como ésta es interpretada por la sociedad, como una suerte de inutilidad que debe ser atendida por el Estado, se trasplanta al imaginario de los individuos que empiezan a considerarse a sí mismos incapaces, dependientes del Estado. Es así como asuntos que ellos mismos podrían resolver empiezan a posponerse y la incapacidad del Estado para hacerlo se vuelve excusa y causa de carencia de iniciativa o empeño.

En Colombia son necesarios controles a nuestros programas. Conocemos muy bien los defectos del Sisben, pero el más atroz, sin lugar a dudas, es que las personas ‘sisbenizadas’ que encuentran un trabajo se niegan a aceptar que su patrono los afilie a los sistemas de seguridad social. Lo hacen -y con toda razón- porque una vez se sale del Sisben es casi imposible volver a él. La solución parece sencilla, un decreto que establezca que quien sea Sisben y migre al sistema contributivo volverá a estar inscrito en el Sisben de manera automática cada vez que salga del sistema contributivo.

Familias en Acción, donde se percibe un ingreso por cada hijo en el sistema educativo, carece de control sobre el número de hijos permitidos. Muchas familias han optado por tener más hijos para aumentar sus ingresos. Se trata de un error supino no sólo por la sobrepoblación mundial, sino porque hará inviable el programa.

Las familias guardabosques reciben parte de las contribuciones en insumos que deben retirar de ferreterías de las zonas. Es sabido que muchos beneficiarios hacen arreglos con los vendedores y reciben un menor valor en efectivo o revenden los suministros. Se requiere intervención para que los estímulos no se dispersen y terminen en otras manos.

Son innumerables los casos de falsos desplazados que descaradamente se apropian de beneficios. No existe instancia firme en el proceso donde se establezca la veracidad del desplazamiento y el sistema es permeable a las trampas. Las cartas de desplazado que entregan las defensorías del Pueblo no se le niegan a nadie y luego se convierten en prueba -muchas veces falsa- para acceder a las ayudas. Hace falta inspección para distinguir los desplazados de quienes se hacen pasar por ellos y acabar con esa práctica corrupta.

Atender y ayudar adecuadamente a quienes lo necesitan debe propender a encausarlos hacia una vida productiva y esencialmente autónoma y sin crear desincentivos a la dinámica productiva del país.

El Pais, Cali, 9 de enero de 2010

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