Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


viernes, junio 24, 2011

Frustrados con Santos

Tener posiciones claras cuando se participa en la política es una forma limpia de ganar electores. Ellos reconocen lo que se les propone y su decisión de acompañar el proyecto depende de su idea de lo que la sociedad requiere. Hay otra forma de captar electores; entretejer ideologías medias, donde las posturas no se definen, donde se juega con contenidos vacíos como el porvenir y las ilusiones, de manera que los ciudadanos rellenan el discurso de acuerdo a sus expectativas. El candidato parece decir lo que ellos piensan, aunque el discurso no dice nada. Esta maniobra para confundir la opinión pública es la forma más tradicional del quehacer político colombiano. La siguiente fase, previsiblemente, es el mero ejercicio de descubrir que aquel que ocupa el cargo no cumple con lo ofrecido; pocos notan que nunca lo dijo.

Algo por el estilo parece estar pasando con el presidente Santos. Mediante ambigüedades se mostraba comprometido con el programa uribista que tiene lineamientos precisos. Los políticos que se denominan a sí mismos como de centro creen que las ideologías no son importantes, y que existe un punto medio donde todo y todos pueden confluir. A pesar de lo llamativo de la idea, la realidad política es menos apacible. Las posturas claras son claves para que surja la oposición. Sin ella la democracia pierde su esencia. Los gobiernos funcionan cuando la dinámica gobierno-oposición se tensa y cada una de las decisiones pasa al debate público. Con ello la transparencia crece y los ciudadanos están enterados de lo que pasa. Si las resoluciones del gobernante no se ajustan a las expectativas, el triunfo lo cosecha la oposición.

Santos intenta mezclar el uribismo con el liberalismo y aquello no es posible. Antes el Partido Liberal podía tener entre sus filas a Uribe y a Piedad Córdoba sin que a nadie le pareciera raro. Podía elegir un presidente de políticas neoliberales como Gaviria y estar inscrito en la internacional socialista. Pero esa mezcla inestable estalló. Ya no podrán juntarse materiales que nunca debieron estar juntos. Santos también intenta acercar el pastranismo con el uribismo. Él y muchos otros cercanos colaboradores del gobierno Pastrana, pasaron al uribismo sin ningún aprieto. No les impresionó el cambio radical de políticas. Santos invitó a los fieles seguidores del expresidente conservador como Juan Camilo Restrepo; y lo hicieron sin comprometer su filiación política y su aversión al uribismo. Además, Santos sumó a la coalición a Vargas Lleras quien para el final del gobierno era un acérrimo enemigo de Uribe. El resultado es lo que tenemos: ni chicha, ni limonada.

Santos fracasó en la tarea de conciliación nacional pues, en su gobierno no conviven en armonía las fuerzas democráticas; el uribismo está siendo maltratado. Las masas uribistas que le dieron la victoria pues lo veían como una buena continuidad, empiezan a sentir frustración. Hay señales de recrudecimiento en la violencia, Santos contesta que es exageración de la prensa y una mano negra de la derecha que dramatiza. El Gobierno persigue a los funcionarios del uribismo, pues las posiciones de poder pertenecen a los enemigos de Uribe. La oposición política está desapareciendo y se aprueban leyes que el país no conoce. Todo el debate político se refiere al gobierno anterior, se critica al expresidente Uribe sin descanso y nadie se pregunta qué está haciendo este Gobierno escondido plácidamente detrás de esa postura.

Junio 24 de 2011
http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/frustrados-con-santos

viernes, junio 17, 2011

¿Versión libre?

Una versión libre consiste en la presentación de la declaración del citado, y en este caso el expresidente Uribe fue el único que no habló. ¿Por qué se empeñan sus enemigos en impedirle hablar?

Es una tendencia arraigada en personajes como Piedad Córdoba, que -bajo la capa de crítica de oposición- difunden mentiras que al ser reiteradas quedan flotando en el aire y el tiempo las dota de algún sentido. Por eso, esas declaraciones se hacen solapadamente, en contextos donde se convierten en chismes; entre quienes los siguen en la construcción de una gran teoría de la conspiración; en medio de vehementes partidarios que los aplauden y llevan a delirios. La estrategia tiene la necesidad de que todo quede sin ser refutado. El Congreso se convirtió el jueves en un recinto así; una versión libre donde acusan, mienten y quien rinde la versión no puede hacerlo.

La falta de consistencia en el Congreso no sorprende; su desprestigio ha roto su capacidad de acción y decisión. Siendo la institución donde está mejor representada la democracia colombiana, sufre de deslegitimidad y falta de aprecio por parte de la sociedad. La mala imagen empezó en el gobierno del expresidente Gaviria quien comandó una campaña de desprestigio contra la institución que terminó con el cierre y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. El Congreso nunca se recuperó porque los medios se encargaron de subvalorarlo y aún hoy no hay quien diga una palabra positiva sobre los parlamentarios. Los candidatos deseables se han alejado y la institución es insegura y temerosa. No toma decisiones y está doblegada.

El peor golpe al Congreso se lo dio la Constitución de 1991; el pobre diseño institucional dejó al Parlamento a merced de las otras ramas del Estado. Los congresistas no tienen poderes reales; sólo aprueban proyectos que ni siquiera elaboran, la iniciativa de gasto la tiene el Ejecutivo; el control político es formal. Y la Corte Suprema se ha convertido en un mecanismo de presión que desconfigura el quehacer político que le corresponde a los juicios en el Congreso. La mención de la Corte Suprema genera miedo y desconcierto entre los parlamentarios. La opinión se confunde cuando se aduce que son los parlamentarios quienes juzgan a los magistrados de la Corte Suprema. Los artículos 174 y 175 dicen que el Congreso sólo juzga por delitos cometidos en ejercicio de funciones o indignidad por mala conducta, pero es la Corte Suprema la que adelanta el resto de los procesos, las investigaciones a magistrados por delitos comunes pasan también a la Corte Suprema. Así que los magistrados de la Corte Suprema se juzgan a sí mismos, a los congresistas, al Presidente, a los ministros, al Procurador, al Defensor del Pueblo, a los agentes del Ministerio Público ante la Corte, el Consejo de Estado y los Tribunales; a los directores de los Departamentos Administrativos, al Contralor, a los embajadores y jefes de misión diplomática, a los gobernadores, a los magistrados de Tribunales y a los generales y almirantes de la Fuerza Pública. En fin, es suprema en todo el sentido de la palabra. Hay un desequilibrio en las funciones de la Corte, y que la teoría de los frenos y contrapesos no se aplicó en la Constitución. La Corte además se elige por cooptación, es decir son sus miembros quienes suplen sus vacancias. Es una institución por fuera de los poderes democráticos que tiene que ser reformada.

Es el momento para que el Congreso se reivindique y ejerza sus funciones, con el alma política y legítima que le corresponde por ser de elección popular. El expresidente Uribe es el mandatario con mayor prestigio, y la desconfiguracion institucional es tal, que el Congreso desatiende las normas e ignora la opinión pública por el inmenso poder que la Corte Suprema ejerce sobre sus miembros.

17 de junio de 2011


http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/version-libre

viernes, junio 10, 2011

Sin el pan y sin el queso

El diálogo entre los verdes ocurrió en dos niveles: la necesidad de alcanzar las posiciones de poder sin involucrar votos que no se compadezcan ideológicamente con el estilo de hacer política, pues ello puede desconfigurar la acción. Por otro lado, la idea de que sólo la integración de fuerzas es capaz de solventar problemas tan hondos como los que vive la capital.

Mockus reconoce los aciertos del presidente Uribe, pero le atribuye una postura según la cual vale romper las normas para alcanzar los resultados. Mockus fue derrotado y decidió dejar el Partido. La alianza con Uribe, según el profesor, equivale a la renuncia de los principios y la aceptación de que cualquier mecanismo para ganar es válido.

Aún así habría que decir que Mockus y Uribe se parecen. Son líderes que convocan y que oyen a sus seguidores. Ambos son capaces de seguir sus principios. Tienen, sin embargo, una postura radicalmente distinta en el tema de seguridad. Mockus quisiera imponer el pacifismo como política de Estado; Uribe entiende que corresponde al aparato estatal, como función principal, defender la vida de los ciudadanos. Mockus es más restrictivo de las libertades individuales porque considera que la manera de ser de las sociedades debe cambiarse para encuadrar con unos estándares ya diseñados; Uribe es más demócrata y -de cierta manera- acepta la manera de ser de los colombianos y trata de construir con ella.

El vínculo de Uribe con Peñalosa proviene de que el exalcalde y el gobierno Uribe compartieron muchos miembros de equipo: la ministra de Educación Cecilia María Vélez, la canciller Consuelo Araujo, entre otros. Coincidencias que no son desestimables y las críticas de Mockus sobre el gobierno necesariamente le caen a los peñalosistas que hacían parte de él. Peñalosa trató de matizar el asunto y dijo que su alianza era con la U y no con Uribe. Aseguró que no negociaría cosas indebidas ni puestos.

Entre líneas despreció los gestos de Uribe y le hizo una advertencia grosera a la U. Ese maltrato no gustó en el uribismo. Más aún, los uribistas -no me refiero a los políticos- no aprecian a Peñalosa, por las diferencias abismales que existen entre el candidato y Uribe en la manera de hacer política. Uribe se caracteriza por una relación muy directa con los ciudadanos. La percepción de los Consejos Comunitarios es que el Presidente oía y atendía lo que la ciudadanía quería. Peñalosa por su lado, encarna el despotismo ilustrado, donde se hacen cosas para el pueblo, pero sin el pueblo. Peñalosa no oye y además es soberbio. Recordemos que la imagen desfavorable de Peñalosa es muy alta, por eso en las elecciones pasadas fue elegido Samuel Moreno, por un voto que no quería al exalcalde.

En el debate Peñalosa se quedó sin Mockus y sin uribistas.

Nota: Subyace a éste y en varios debates de la coyuntura actual el papel de las minorías dentro de los partidos. En una democracia también las minorías tienen representación. Son importantes y tenidas en cuenta para que el debate no se convierta en la tiranía de la mayoría. Pero en Colombia los partidos no tienen respeto por las minorías; la reforma política estableció una disciplina para perros, donde las minorías tienen que plegarse a la decisión mayoritaria. Aquello las aplasta y termina por desintegrar los partidos. La política es el debate de ideas, de principios y muchas veces la decisión mayoritaria no es suficiente para disuadir a los minorías. Los partidos requieren una reforma que reconozca la existencia de la disidencia y les dé herramientas para subsistir con sus diferencias en las organizaciones.

10 de junio de 2011
http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/sin-pan-y-sin-queso

viernes, junio 03, 2011

Marihuana, ¿nuestro problema?

Las lecciones de la lucha antidrogas no son despreciables: la presión que se hace en un país, no destruye el fenómeno, simplemente lo desplaza. Así sucedió en el caso de Colombia, cuyos esfuerzos trasladaron el flagelo hacia México, sin que hubiera podido preverse o evitarse. En los países en vía de desarrollo hay muchas personas que están dispuestas a entrar en los mercados ilegales para tener un medio de subsistencia, más aún cuando ese mercado es capaz de mover gigantescas sumas de dinero que financian lujos. Los estudios de quienes están en el negocio del narcotráfico muestran que están dispuestos a morir jóvenes a cambio de obtener todo lo que ese dinero les ofrece. Los esfuerzos realizados por los países productores para acabar con los cultivos y reducir la oferta han fracasado; los costos en términos de vidas y seguridad interna no son cuantificables y muy a pesar de las multimillonarias inversiones la oferta continúa alta.

Es claro que la lucha contra las drogas no funcionó; el fenómeno debe ser atendido desde otra perspectiva. Esto, que lo sabemos hace tiempo, fue recogido por la Comisión Global de Política de Drogas. El informe tiene la virtud de que pone en el debate internacional una posición unificada de personalidades latinoamericanas, provenientes de países productores que han sido afectados por el negocio ilícito de las drogas, y por las políticas con las que se ha combatido -impuestas por los países consumidores. Aún así, las conclusiones del informe se quedan cortas y no van a los puntos más sensibles.

Sugiere la Comisión una aproximación a los consumidores como enfermos y no como criminales. Este argumento tiende a caer en el error de que todos los que consumen drogas son adictos. Hay muchos consumidores cuya vida no se afecta. Trabajan, son productivos y tienen la capacidad económica de pagar los elevadísimos precios de las drogas en EE.UU. y Europa. Quienes consumen drogas lo hacen en un acto de voluntad individual, y el daño que causan a su salud es comparable al de otros vicios: consumir alcohol, cigarrillo; incluso al de usar un celular a pesar de que ahora sabemos que nos predispone al cáncer. En fin, cómo son tratados los consumidores no soluciona el que Latinoamérica tenga que vivir en una guerra para refrenar impulsos individuales.

La legalización de la marihuana expuesta por la Comisión no es tampoco un tema novedoso, ni conducente. En el 2010 fue votada la proposición 19 en California, EE.UU., mediante la cual se buscaba legalizarla, permitiendo a los adultos cultivar hasta dos metros cuadrados de cannabis y poseer hasta 28 gramos para uso personal, pudiendo consumirla en propiedad privada y sin la presencia de niños. La proposición fue derrotada; el 54% de los votantes se opuso, en tanto que el 46% se mostró favorable. A pesar de ello, encuestas muestran que la mayoría de los californianos está de acuerdo con la legalización de la marihuana y se dice que una proposición similar será presentada en el 2012.

Si bien, la legalización de la marihuana es un paso importante, no es el problema latinoamericano de fondo. Los mercados de marihuana están siendo suplidos en general por los cultivos hidropónicos de Canadá y EE.UU. -este ultimo produce 10 mil toneladas métricas al año. La producción y participación latinoamericana en la cannabis es cada vez menor. Nuestro problema es la coca. ¿Por qué nuestros intelectuales no se concentran en plantear una respuesta a las dolencias latinoamericanas?

3 de junio de 2011
http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/marihuana-nuestro-problema