Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, abril 04, 2009

La U y la izquierda

Con la llegada del ex comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo al Partido de la U se hizo una declaración muy extraña, en el sentido de que ese partido buscará alianzas con la izquierda. Si el mismo presidente Uribe no hubiera descartado categóricamente un diálogo con la guerrilla, esa hubiera sido mi primera y sorprendida impresión. Sin esa opción, el comentario parecería sugerir la vinculación de nuevas corrientes ideológicas al partido, con la intención presunta de romper con la polarización.

La sapiencia de muchos colombianos señala que la polarización no es deseable, más aún, que debería ser evitada. No estoy de acuerdo. La polarización, cuando es política, es útil y apetecible.

El país ha logrado superar esa vaguedad conceptual que dominaba el escenario de los partidos hace no muchos años, donde la única diferencia entre ellos era los nombres de los candidatos. Hacer parte de una colectividad o de otra no ofrecía discrepancias. No sorprende que hayamos tenido más de 70 partidos; todos representaban los intereses personales de un político que no tenía posición, pues lo natural era acomodarse por una cuota burocrática con el gobierno de turno. ¡Era un país de grandes acuerdos nacionales!

Una de las virtudes del gobierno Uribe fue, precisamente, haber logrado establecer claridad en la política. El ejercicio de oposición de manera coherente, como lo ha hecho el Polo, aunado a la posición racional del Gobierno, ha servido para que las posiciones políticas de ambos segmentos se clarifiquen y que las diferencias partidistas encuentren un sentido en la realidad.

Así, cada grupo político ha tenido que definir de manera precisa una posición sobre los grandes asuntos que ocupan al país: la manera como se pretende resolver el conflicto armado, el intercambio humanitario, las relaciones con la comunidad internacional… La dinámica partidista en una democracia requiere ese enfrentamiento ideológico, para que los electores puedan votar conociendo las implicaciones de su elección.

Muchas de las posiciones políticas de un partido surgen de que el otro ha tomado la posición contraria. La impopularidad de una posición se vuelve oportunidad para el partido que ostenta la tesis inversa. La oposición política es manera eficiente de aspirar al poder: el fracaso del partido de Gobierno convierte -ante la opinión- a la oposición en la alternativa más deseable.

No se trata, por supuesto, de que no existan acuerdos nacionales sobre lo fundamental; esos acuerdos existen y deben persistir. Pero no se puede ceder al afán propio de las carreras políticas y de buscar el mayor número de votantes en detrimento de la ideología. Las posturas políticas deben ser un delicado equilibrio: lo suficientemente amplias para incluir y atraer tantos electores como pueda, pero lo definidas para crear una diferencia frente a los otros grupos políticos.

Por ello, esa declaración en el seno del Partido de la U resulta inexplicable y, sobre todo, equivocada políticamente. No es deseable una democracia de unidad política: sin la oposición se acaba la crítica, se pierde el juego ideológico y, más aún, los partidos se vuelven unas asociaciones para la negociación burocrática. El debate político es sano, promueve la reflexión y le da dinamismo y peso a cada decisión.

La polarización es orientación, congruencia, diferenciación y discusión; sin eso no hay verdadera política.

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