Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


viernes, junio 04, 2010

Elección de electores

Este domingo enfrentamos uno de los deberes ciudadanos más significativos; nuestra decisión cobra vida: proyecta las aspiraciones de la Nación hacia el futuro y señala el líder a quien encomendamos esa misión. Es un momento crucial. En los países vecinos existe un contexto político que amenaza lo que las mayorías colombianas han decidido, y que puede actuar como combustible en el conflicto armado colombiano. Si bien las condiciones del país hoy son buenas, es sólo el inicio de una empinada cuesta que tendremos que escalar; el abismo sigue cerca, amenazante y profundo. Las mafias disminuidas, pueden resucitar; los paramilitares desarmados, iniciar nuevas olas de terror; la guerrilla replegada, colorear con sangre, otra vez, a Colombia. Seguimos necesitando un Estado que con su fuerza limite el anarquismo violento y fratricida. Sólo así la economía podrá crecer, sólo así iremos superando la pobreza y el desempleo.

Por fortuna los dos candidatos más opcionados son inteligentes, capaces y se han comprometido con lo esencial. Santos ofrece una hoja de vida de servicio a la Nación impecable y tiene la responsabilidad de continuar el proyecto del presidente Uribe. Su defecto es cierta inconsistencia dogmática, pues ha sido Ministro de varios presidentes y desfilado con varias ideologías políticas (ello se manifestó en su desconcertante selección de Vicepresidente). Mockus tuvo una excelente Alcaldía en Bogotá y otra menos vistosa, pero caracterizada por un buen manejo político y un intento por convencer a los ciudadanos de cumplir con sus deberes. Su equipo brilla con su propio peso intelectual. El problema es que no sabemos cómo será su gobierno, las posibilidades de predecirlo son casi nulas; la ambivalencia de sus declaraciones genera inquietud.

Lo que es fundamental, ahora, es la seriedad con la que el elector lleve a cabo su selección. Sea lo primero el diagnóstico de la situación actual, la identificación de lo que se aspira (donde casi todos estamos de acuerdo) y luego, el paso más difícil, su concreción. Las acciones específicas necesarias ¿si fuera Presidente cómo crear empleo?, ¿cómo financiar un buen sistema de salud?, ¿cómo generar crecimiento económico?

El éxito de un gobierno depende de cómo satisface las expectativas de los electores. Es casi imposible superarlas, porque en la imaginación las posibilidades son ilimitadas y la realidad es más compleja. Sensibilizarse con las interdependencias del sistema y la necesidad fáctica de priorizar los recursos le da a la reflexión mayor profundidad. No se soluciona la pobreza, se hace inversión social; no se puede hacer inversión social sin recursos. Si se cobran más impuestos se disminuye la competitividad y sin ella no hay crecimiento económico ni nuevo empleo.

Tampoco debe el elector considerar que un nuevo gobierno puede transfigurar el país. Para bien o para mal, el diseño del Estado impide que la institucionalidad sufra remezones con cada cambio electoral. La estructura estatal, la mayoría de sus funcionarios permanecen y la inercia del sistema es poderosísima. Aquellos vicios anquilosados no desaparecen con el cambio de presidente. Pasan de uno a otro, a veces silenciosos, a veces visibles. El grueso de la oscuridad, la corrupción, las malas prácticas no dependen del Presidente, dependen de la cultura nacional y de la estructura burocrática (fosilizada por el sistema de carrera estatal).

El Pais, Cali. 29 de mayo de 2010

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