Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


jueves, julio 15, 2010

¿Chávez y Correa de vuelta?

Por supuesto que las relaciones internacionales requieren un contexto de respeto. Y es también claro que entre Venezuela, Ecuador y Colombia existen vínculos históricos ineludibles y que por ello nuestros destinos están ligados indefectiblemente. En consecuencia debería reinar una amistad recia entre sus pueblos, un entendimiento fluido entre los líderes y un proyecto que nos integrará como la región que fuimos bajo la Gran Colombia. Nada de esto sucede.

La relación menos compleja desde el punto de vista colombiano es aquella con Ecuador. Todos quisiéramos un restablecimiento rápido y la comprensión del pueblo y el gobierno ecuatorianos de que el ataque que exterminó al asesino Raúl Reyes fue una acción necesaria para el bienestar colombiano, jamás una afrenta contra los ecuatorianos y su territorio, a quienes respetamos como se prueba históricamente. Fue una buena señal que Correa diera muestras de acercamiento a Santos, pero muy pronto volvimos a las ambigüedades, anunció que si Santos iba a Ecuador se le pondría preso. ¿Tiene sentido que el presidente de un país que considera al presidente electo de otro un criminal, venga a su posesión? ¿Colombia debe recibir el mandatario de un país que pretende procesar a las autoridades colombianas sin recurrir siquiera al derecho internacional? ¿Podemos mantener relaciones esquizofrénicas donde Correa puede venir a Colombia y recibir honores presidenciales y Santos, en cambio, no puede pisar Ecuador porque es procesado penalmente y tiene orden de captura? ¿Cuál es el beneficio?

Con Venezuela el escenario es más arduo. Nuestras relaciones comerciales afectadas ya desde hace mucho por los caprichos de Chávez han dejado de ser una excusa para extender la tolerancia colombiana a sus continuos atropellos. El presidente Uribe fue más que prudente en sus comentarios y respuestas a los embates furibundos del venezolano. Incluso Uribe tuvo que llamar a la prudencia a miembros de su gobierno, entre ellos el ahora electo presidente Santos. Aparece, ahora, Chávez diciendo que todos los problemas en las relaciones son causa del gobierno Uribe, y que exige -obsérvese- que cesen los atropellos. Santos por su lado se ha mostrado complacido con el acercamiento e incluso espera que venga a su posesión.

La decisión sobre la diplomacia no es tan simple como Presidente nuevo, relaciones nuevas. No porque un gobierno se acabe e inicie otro, los colombianos olvidamos tantos irrespetos y abusos. Claro que Uribe deja de ser Presidente, pero los colombianos a quienes ha insultado y abusado seguimos siendo los mismos. Uribe representaba la primera magistratura de esta Nación que permanece y recuerda todo el comportamiento descomedido de Chávez.

Vínculos con la guerrilla, asilo y visitas de los narcoterroristas a su territorio, a su palacio. Homenajes a ‘Tirojifo’, lamentaciones por la muerte de Reyes. Bloqueos económicos, intervención en política colombiana, persecución a colombianos en ese país, voladura de los puentes que nos intercomunican, irrespeto a las decisiones soberanas colombianas (como las bases de EE.UU.), abusos e insultos verbales, agresivas compras militares con los ojos puestos en Colombia. El cambio de Presidente colombiano no soluciona nada de eso, pero da una excusa para que Chávez pretenda dejar todo como un episodio aislado con Uribe. ¿Eso es lo que Colombia espera? ¿Nuestra dignidad como nación no importa?

El País Cali, 10 de julio de 2010

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