Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, abril 25, 2009

¿Instituciones o Uribe?

La conveniencia de la reelección del presidente Uribe es un debate de hondas repercusiones para el país. Se trata de un mandatario que, según la encuesta del Consorcio Iberoamericano, es el segundo en popularidad en América, pues tiene una aceptación del 74%, antecedido sólo por Obama con el 85%. Ahora bien, no sólo la popularidad debe considerarse en este debate. Los detractores de la reelección la critican porque encuentran que la manera de gobernar del Presidente desdibuja y hasta destruye las instituciones colombianas. Sobre la relación de Uribe con las instituciones hay, al menos, tres impactos susceptibles de una interpretación negativa o positiva:

Para unos, buscar la reelección a través de una reforma constitucional es perpetuar ‘mandatos personalistas’ y lesiona las instituciones. Se trata, pues, de la imposición del querer de un mandatario por encima de las estructuras legales y constitucionales. Para otros, en cambio, buscar la reelección, aun con modificaciones legales, no es un cambio de reglas, pues las normas lo permiten. Una fracción importante de la población firmó un proyecto mediante el cual pretende que el Congreso consulte a la totalidad de colombianos, en un referendo, si desean o no una tercera reelección. Se trata de un mecanismo legal, institucionalmente establecido. La solidez de la letra escrita hace necesario constantes actualizaciones de las normas a los movimientos sociales, por eso la Constitución permite su reforma. Utilizar esos mecanismos no puede considerarse un irrespeto a las instituciones o la Carta. Se trata, precisamente, de utilizar normas que existen para enfrentar coyunturas que así lo exijan.

Las instituciones colombianas no están diseñadas para la reelección. Así que un presidente reelecto tiene facultades para elegir, designar y participar en la selección de otros funcionarios con tareas cruciales: Fiscal, magistrados, miembros del Banco de la República, etc. Eso, para muchos, es un desequilibrio que rompe la separación de poderes y el sistema de frenos y contrapesos. Los periodos estaban diseñados para que el Presidente sólo tuviera intervención en un número limitado de estos casos. Con la reelección, él puede lograr una homogeneidad en esas selecciones y penetrar muchos segmentos del Estado con sus candidatos. Otros piensan que la mediación en la escogencia de estos funcionarios no es nefasta. Si bien el Presidente tiene participación en la elección, no es definitiva. Además, existe un mecanismo natural que previene la unidad total: cuando una persona accede a un cargo de poder se convence de su importancia y desconoce cualquier padrino político. Ya tiene asegurado el cargo y pretende lucirse en su ejercicio.

Los consejos comunitarios le parecen a unos la manera de desbaratar la distribución de tareas de las instituciones. Las pone en peligro y concentra demasiado poder en el Ejecutivo. Es un retorno al centralismo y al paternalismo. Para los otros, Uribe, mediante un proceso directo, se ha encargado de atender aquellos asuntos prioritarios. Descubrir que el Estado colombiano es capaz de hacer algo es mucho más importante que proteger instituciones con funciones formales -bien redactadas en la ley- que nunca llegan a la realidad. En los consejos comunitarios las autoridades locales han obtenido la legitimidad e importancia necesaria para consolidar la descentralización.
Diario El País -Cali 18 de abril de 2009

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