Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


viernes, mayo 04, 2007

Doña Berta y las mujeres

En medio de la agitación del diario discurrir de escándalos y debates en que vivimos los colombianos queda poco tiempo para recordar el pasado. Van pasando los años y con ellos queda sepultada la memoria de grandes personalidades que con el vigor de sus carácter y la contundencia de su accionar han producido cambios en nuestro país. Así, la gesta para alcanzar el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas igualitarias no fue sencilla. En la cultura estática, prejuiciosa y retardataria, donde las mismas mujeres se negaban a aceptar la necesidad de abrir espacios políticos al genero femenino, irrumpieron con un volcán las mujeres reformadoras e impertinentes; guerreras incansables y sagaces.

El pasado 17 de abril se conmemoró el centenario de nacimiento de una de esas combatientes; Doña Berta Hernández de Ospina Pérez. La parábola vitad de Doña Berta debe ser exaltada porque en ella se reúnen las mejores características del tesón y la fuerza de esa generación de mujeres que desafiaron el mundo para conquistar el ideal femenino de la igualdad. La vida de las mujeres, antes de que terminara la odiosa diferenciación era muy triste, como Doña Berta lo decía en algún “Tábano”: “Cuanto dolor y cuánta pena encuentra la mujer en este valle de lágrimas no solo por la incomprensión de sus desvelos y necesidades... Pobre mujer… resignada ante el hombre de varonil postura, brutal esfuerzo y despotismo sentimental; que únicamente cree ser el dueño del mundo, sin pensar que en esa mujer doblegada por el dolor, falta de compresión; vive una alma tan grande como la de él.”

Doña Berta encarna a la mujer moderna en un contexto machista y cerrado, pero que no se conforma y con su vitalidad doblega el mundo para que se adapte a esa mujer. Fue, así, líder y presidenta de la Organización Femenina Nacional y junto a ella, Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda como delegadas ante la Asamblea Nacional Constituyente, estuvieron buscando la aprobación de garantías básicas para la mujer: el voto, la igualdad de derechos políticos, la igualdad salarial, el derecho a ocupar altos cargos directivos del Estado, y normatividad en contra de los despidos por matrimonio y embarazo. Por sus esfuerzos, la calidad de ciudadanas de pleno derecho fue aprobada por la ANAC el día 25 de agosto de 1954 y finalmente en 1957 fue ratificado del derecho a votar en el Plebiscito del Frente Nacional. Esas tres mujeres no sólo abrieron los espacios teóricos de la igualdad; en la practica fueron también pioneras: Doña Berta fue senadora y jefa del Partido Conservador, Josefina la primera ministra mujer y un poco más adelante Esmeralda también fue ministra. Liberándose a ellas mismas, liberaron a todas las mujeres y a la sociedad entera de la discriminación.

Recordar estos eventos no sólo nos pone de presente cuanto le debemos a esos desaparecidos personajes, sino que nos reclama una acción más decidida y contundente sobre la realidad del país, pues todo cambio es posible. Muchos sueños de entonces todavía están por realizarse, rememoremos las palabras de Alzate Avendaño quien decía: la mujer “se constituye en la creadora y defensora de la paz y en enemiga de la guerra, porque como ellas construyen al hombre con su propia sangre, cuando este cuerpo perece, ella siente la pena lacerante de haber perdido parte de su propio ser”.

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