Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


jueves, abril 08, 2010

Justo y necesario

La aparición de numerosos casos de abusos sexuales a menores de edad por parte de miembros de la Iglesia Católica ha sido dolorosa, triste y terrible.

Por una parte, ha lesionado la confianza de los fieles. En general, son aquellas familias con enorme convicción y mucha cercanía quienes encomiendan sus hijos a los sacerdotes. Las víctimas son los hijos de los más cercanos practicantes, por lo que a su dolor se ha sumado la traición de quien debía ser una figura confiable. Además, esos niños fueron colocados en una situación donde hablar sobre lo que sucedía era disputar con la figura de admiración de sus propios padres. Y la falta de acción de la Iglesia había causado desolación.

Ahora que celebramos la Semana Santa donde se rememora la Pasión de Cristo han aparecido nuevos casos y nuevas reacciones de la Iglesia que muestran un cambio fundamental en la manera como se ha venido enfrentando este drama.

La noticia presentada por el New York Times, según la cual el Vaticano encubrió un caso de múltiples actos abusivos por parte de un cura en EE.UU., tiene una interpretación de los hechos que no se ajusta del todo a lo que dicen los documentos que la soportan. Si bien la Iglesia no procedió a hacer público el asunto, tampoco hay instrucciones de esconderlo.

Existían acusaciones en contra del padre Murphy por conductas sexuales abusivas con niños sordos menores de edad; y hubo una investigación civil sin resultados. La correspondencia sobre el caso con La Congregación para la Doctrina de la Fe -que presidía el ahora Papa Ratzinger- no se trató sobre la conveniencia o inconveniencia de los juicios, sino sobre la prescripción de las faltas y los procedimientos de la ley canónica. Las acusaciones que se presentaban contra Murphy tenían más de 25 años -aún en materia penal los delitos prescriben- por ello se dio un permiso especial para iniciar un proceso secreto por “solicitar durante la confesión”. Era el mecanismo para poder procesar al acusado, pues el otro estaba prescrito. Existían, además, problemas de competencia, pues la Diócesis de Milwaukee no tenía jurisdicción sobre el caso. El proceso se dificultó por la avanzada edad del acusado y su estado de salud, y termino por la muerte de Murphy.

Paralelamente, apareció una carta de los Legionarios de Cristo donde reconocen las faltas del padre Maciel, y piden perdón a sus víctimas y a todos los afectados. Así mismo, la Iglesia confirmó que se ha iniciado un proceso contra un cura en Francia por abuso sexual. Es un cambio. La Iglesia ha replanteado la manera como enfrentará este penoso asunto.

Los contextos históricos se transforman y la interpretación de las conveniencias se afecta. Seguramente antes, la Iglesia consideraba que aceptar y hacer públicos tales casos, menoscababa la credibilidad de la institución. Ante el bien mayor que suponía para la comunidad poder confiar en su religión, se sacrificó lo que entonces se entendía como un bien menor, que era el escarmiento público del agresor.

Años antes los menores eran casi invisibles; eran víctimas de abusos físicos por parte de sus propios padres y maltratos de los profesores dentro de lo que se consideraba una educación ‘normal’. Los tiempos cambian, y en el contexto actual los crímenes contra los niños son inaceptables para la sociedad. Por ello, celebramos estos primeros pasos de reconocimiento. Son una luz que ilumina un camino justo y necesario.

El País de Cali. 3 de abril de 2010.

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