Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


viernes, mayo 14, 2010

Algo que perder

Mockus es un candidato interesante. Inteligente y creativo, tiene formas de entender la realidad que a veces logran transformarla. Tiene una fuerte noción de autoridad, fue él quien limitó las horas de la fiesta en Bogotá. Él quien impuso los mimos en las cebras, la pedagogía para las alcaldías menores. Él quien le mostro sus nalgas a los estudiantes y le echó un vaso de agua a Serpa. Pero pensarlo como Presidente no deja de causarme cierta inquietud. No me siento en capacidad de predecir cómo será su gobierno.

No tengo dudas sobre sus cualidades personales, pero de que un hombre sea bueno no se puede concluir que su gobierno también lo será. Y como dirigente no logro descifrarlo. Políticamente no hay mucho que decir sobre Mockus; ha sido tan ambiguo que no es posible concretarlo en ninguna posición. Por ejemplo: le preguntan si extraditaría a Santos y a Uribe responde con la frase retórica de que cumplirá la Constitución. ¿Es que no la ha leído aún? ¿Estará esperando ganar la Presidencia para leerla? No. Él sabe que no dice nada concreto al respecto y que exige un ejercicio interpretativo que en mucho depende de una posición política.

No está dispuesto a exponerse. Sucede muchas veces que un candidato es capaz de transmitir su discurso de manera tan amplia que cada elector logra interpretar lo que está esperando. Un arte retórico sin mucha sofisticación, y es simplemente situarse en la ambigüedad de “todo lo demás”. Es como el suspiro de la añoranza, la ilusión de la esperanza, pero las naciones que votan así sufren una desilusión muy pronto y la gobernabilidad colapsa. Esa manera de dar declaraciones y luego rectificarlas hace de la política una esfera casi mística.

Mi inquietud por mi incapacidad de predecirlo políticamente se acrecienta cuando veo que el candidato congregó tanto la oposición como un amplio sector uribista. Dos grupos muy distintos y con valores políticos divergentes. ¿Existe acaso un proyecto político que es compartido por ambos grupos o hay tal confusión sobre el proyecto de Mockus que los electores no logran distinguir sus preferencias?

Votar por Mockus, como por cualquier candidato, conlleva la responsabilidad de hacer una evaluación del presente concreto y de lo que espera en los próximos años del gobierno. Si la evaluación del presente resulta favorable, sobreviene la cuestión de si Mockus logrará mantenerlo, y con cuáles acciones concretas. Si, por el contrario, el escenario actual es desfavorable, hay que cuestionar si Mockus es un camino al cambio, y de qué forma.

Colombia, como muchos países latinoamericanos, se ha acostumbrado a votar como quien juega a la ruleta rusa; sin que se sepa si vamos a vivir o no. En muchos sentidos tenemos que votar así porque los políticos y los líderes siempre son impredecibles y el futuro siempre incierto. Así que un buen candidato parece suficiente. El caso de Colombia tiene hoy una variante. Por primera vez, desde hace mucho, tenemos algo que merece ser conservado: el proyecto del presidente Uribe que transformó la Nación. Fue un esfuerzo titánico y los resultados están ahí. Después de ocho años tenemos un grado de estabilidad que la mayoría de los colombianos reconoce como un avance sobre las situaciones pasadas. Yo entre ellos, y para mí sí hay algo que perder, y aún no veo si Mockus va a protegerlo. No me sorprendería que lo haga, pero tampoco que no lo hiciera.
El Pais, Cali. 1 de mayo de 2010

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