Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, mayo 01, 2010

De mesías a superhombre

Las nuevas encuestas muestran lo que se siente en el ambiente político: la segunda vuelta será entre Santos y Mockus. Los candidatos están casi empatados, aún en la segunda vuelta.

La caída vertiginosa de Noemí tiene una explicación. Su gran reto era mantener bajo su liderazgo al Partido Conservador y no pudo. Algunos detalles: no logró reconciliarse con Arias, el otro precandidato conservador. Por el contrario, lo mantuvo a la distancia y lo maltrató. Sus seguidores, en una reacción natural, se sienten más cercanos a Santos. Pero lo más grave es que ante la petición de varios parlamentarios de acercarse a la campaña de Santos, Noemí dijo “a mí no me amenazan ni me chantajean ni me amedrentan” y eso es precisamente lo que han intentado ella y las directivas conservadoras frente a los conservadores que quieren acompañar a Santos. Amenazarlos con expulsiones, amedrentarlos diciéndoles que “se atengan al peor castigo”. Esa no es una buena estrategia política. El liderazgo es una delicada síntesis entre interpretar los deseos e inspirar la convicción de que serán realizados por el dirigente.

Y el crecimiento de Mockus también es explicable. Santos como sucesor de Uribe se equivocó en el vicepresidente, y son cada vez más las decisiones que tomó como tecnócrata las que lo apartan de Uribe. Mockus no es una reacción al gobierno Uribe. Se equivocan quienes así lo interpretan. Si el pPresidente Uribe fuera candidato las masas abrumadoramente lo elegirían otra vez. Mockus es producto de la incapacidad de cumplir con ese deseo de la mayoría uribista. El Polo ha señalado acertadamente que Mockus no hizo críticas al gobierno, ni se ha caracterizado por su oposición.

Carlos Gaviria dice que se está tejiendo un mito entorno a Mockus y tiene razón. Los votantes no saben qué esperar y reconocen no tener capacidad para predecir cómo será su gobierno, pero aspiran a que sea bueno; porque les gusta Mockus. Es la prueba de que al país le siguen gustando los liderazgos personalistas. Si Uribe es mesiánico, Mockus es el superhombre de Nietzsche. Es evidente que el candidato se siente el redentor de Colombia, escogido de una casta ‘santa’, conocedor de la ‘verdad’ y que su gobierno -sobre el que no se espera nada concreto- será la realización de su proyecto personal.

De Mockus se dicen muchas cosas: que es neoliberal; que apoya y rechaza el bombardeo al campamento de Reyes; que quiere acabar el Ejército pero no ahora, que le echará agua a Chávez. Todo es un misterio. Él no se deja concretar, se camufla, para no perder ningún voto.

Será el uribismo no afiliado a la U el que decida. Muchos conservadores quisieran apoyar a Santos, pero la candidata da señales de un acuerdo con Antanas. Inició una guerra personal contra Santos y los conservadores que lo acompañan acusándolos de dar y recibir “dádivas y politiquería”. Dice además que su ideario se lo apropió Mockus.

Pero vale la pena la siguiente reflexión que surge del atinado comentario de Carlos Gaviria: “No hay que evaluar sólo el medio, sino el fin”. ¿Qué esperamos concretamente de cada candidato? De Santos se espera la continuación de las políticas de Uribe y de Uribe había expectativas concretas sobre la seguridad que el Presidente cumplió. La cuestión es fundamental ¿para qué Mockus? ¿Cuáles son las acciones específicas que se esperan de él? Sin esto es un voto ingenuo y necio. Una apuesta por una persona.

El Pais, Cali 24 de abril de 2010

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