Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


jueves, septiembre 23, 2010

La sapería internacional

La senadora Piedad Córdoba está tratando de sabotear el TLC con la Unión Europea, en una gira que el país ya conoce porque lo mismo hizo con el tratado de EE.UU. Su actitud es antidemocrática, agrede la soberanía nacional y guarda mucha similitud con aquella infantil que los niños denominan ‘sapo’. Aquel que es incapaz de enfrentar y ganar un debate con reglas internas, y que entonces busca una figura externa -que se supone que tiene poder sobre todos- para que intervenga y desarregle los acuerdos a los que esas sociedad infantil ha llegado.

La oposición está inconforme con los tratados de libre comercio. Según sus visión, aquellos desmedran la economía real y privilegian un comercio que no genera empleos.

Tienen buenos argumentos que se han enfrentado en varios debates a la perspectiva contraria que sostiene que el acceso a otros mercados es pieza clave para que nuestra economía pueda crecer. El Congreso debate y decide; la oposición, minoritaria, es derrotada. Pero algunos, como la senadora Córdoba, no aceptan el resultado y entonces se confabula para romper las reglas del juego. Así, también sucede con sus ideas sobre cómo se debe manejar el conflicto con los narcoterroristas de las Farc. La oposición, y ella en particular, tienen un enfoque y las mayorías colombianas otro. Tampoco se conforman con el debate democrático, pretenden imponerse a toda costa, antidemocráticamente.

Lo que más molesta es que con la acción de la Senadora se está legitimando una especie de intervencionismo de los países desarrollados sobre Colombia. Los tratados de libre comercio son negocios entre naciones de igual jerarquía, nunca la ocasión para coaccionar y pretender una supremacía moral que no existe. Somos soberanos y ningún país, por rico que sea, puede venir a decir cómo debemos lidiar con nuestros problemas. Ese es nuestro asunto. El enfoque según el cual esas ‘democracias desarrolladas’ deben exigir de las democracias en desarrollo el cumplimiento de la ley es ofensiva, ridícula y colonialista. Si en Colombia hay problemas de violación de derechos humanos no es porque el Estado lo avale, es porque hacer cumplir la ley en medio de la convulsión no es fácil. Tan es así, que aquellos ‘desarrollados’ tienen también antecedentes de terribles violaciones de derechos humanos. Me refiero a los continuos casos de xenofobia, y no olvidemos que hace poco esas naciones europeas montaron sistemas extractivos sobre otros países y vulneraron los derechos de los nacionales de esas ‘colonias’. Más aún, con las fugas de Wikileaks quedó claro que los falsos positivos y la violación de derechos humanos suceden en todas las guerras, sólo que se esconden. Nadie dice que esa sea la voluntad del Ejercito o del Gobierno gringo, sólo que pasa, como ha pasado aquí. Precisamente por eso la guerra es terrible.

Irse a buscar papás o profesores que nos exijan como si fuéramos niños es inaceptable. Colombia es de los colombianos. Los muertos, los atentados, los abusos de la guerrilla los hemos vivido nosotros y somos nosotros quienes decidimos cómo los enfrentamos. El diálogo tuvo su oportunidad durante el gobierno Pastrana y los resultados fueron nulos. Además, con los tratados con las cortes internacionales ya no es posible negociar con criminales de lesa humanidad. La guerrilla ya no puede tener opciones políticas, debe rendir las armas y pagar por todos los crímenes que ha cometido.

El País Cali. 18 de septiembre de 2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yupppiiii!!!!