Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, enero 01, 2011

Primero el ambiente

Se hizo costumbre meditar en éste día sobre las aristas de lo que se consiguió, las causas de lo fallido y sobretodo los coloraciones de lo esperado. Semejante relato de la vida nacional sería extenso por lo que conviene concentrarse, aún dejando temas con al menos igual importancia.

Este primero de enero tiene la nostalgia de lo que termina y la emoción del nuevo decenio, que será, seguramente, el de las telecomunicaciones, la economía financiera y el medio ambiente. La sociedad avanza por las sendas de las interconexiones y el Internet ha creado un nuevo mundo cibernético que habitamos cada vez con más docilidad. Ello ha contribuido a la creación de la economía financiera que remplaza definitivamente el modelo tradicional de generación de valor, colocando el dinero como un elemento con potencia para crearlo por sí mismo. Paralelamente a los triunfos del conocimiento científico y las consecuencias de la madurez del capitalismo aparece nuestro entorno. Esa naturaleza que ha acompañado la danza humana con diferentes papeles; de madre a madrastra, de peligrosa a predecible, ahora reaparece entre vulnerable y devastadora.

La epopeya humana es responsable por la séptima gran extinción de las especies. La expansión demográfica y geográfica de los humanos redujo las posibilidades vitales de los otros seres. El calentamiento global es también por causas antrópicas. El uso de los combustibles fósiles, como petróleo y carbón, saturaron la atmósfera de gases con efecto invernadero que impiden la salida del calor, cada vez más acumulado. Ello amenaza la supervivencia de muchas especies, pero también altera la nuestra.

Ya sabíamos que el calentamiento global iba a tener un fuerte impacto en los patrones de lluvia del país y en el recrudecimiento de las sequías. El invierno nos dejó lecciones. La magnitud del fenómeno se vislumbró, pero se evidenció que no estamos preparados para mitigarlo.

El Estado no ha podido cumplir con las exigencias de tener bajo su mando los recursos naturales. El modelo de las corporaciones autónomas regionales como autoridades ambientales se muestra fracasado después de casi 20 años de funcionamiento: aire, agua, ecosistemas en mal estado; un Ministerio incapaz de controlar los desbordados, ineficientes y politizados poderes regionales. La planeación urbana está llena de fallas. Prácticamente ninguna ciudad costera respeta los 50 metros de playa que la ley ordena conservar y hay construcciones sobre los causes de los ríos; ello no sólo afecta la estética sino que supone un enorme riesgo para las edificaciones. ¿Qué sucederá cuando todas esas construcciones populares unas, y otras lujosísimas sean afectadas por el mar? ¿qué decir de las invasiones que por falta de planeación urbana desbordan las ciudades y colocan segmentos de la población más vulnerable en zonas de alto riesgo?

Otro ejemplo, entre los múltiples; los desarrollos que se hacen en la ruta Barranquilla-Cartagena suponen millonarias inversiones y aquellas bellas playas coinciden con las zonas que, según los modelos del IDEAM y del Invemar, serán afectadas por inundaciones causadas por el calentamiento global en corto plazo. ¿las licencias de construcción será usadas entonces contra el Estado, y el erario público tendrá que socorrer estas imprudencias? ¿Qué responsabilidad le cabe a los particulares que construyen a pesar de que esa es información conocida?

No se entrevé ningún intento por mejorar.

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