Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


martes, noviembre 08, 2011

La oposición de Uribe

Las declaraciones del expresidente Uribe muestran lo que ya muchos sabían; el uribismo no se siente representado en el gobierno Santos, a pesar de que se suponía -y así lo entendieron las mayorías- que Santos sería el heredero de Uribe.

La lista de los alejamientos es larga: primero, vino el llamado que hiciera el entonces candidato Santos para que los liberales lo acompañaran en la segunda vuelta, ofreciéndole en triunfo a un partido que hasta entonces era de oposición. Siguió la metamorfosis de Santos, que pasó de ser un ministro al que el Presidente le pedía prudencia en sus comentarios sobre Chávez a ser el nuevo mejor amigo. Eso, sin importarle las frescas denuncias sobre los campamentos guerrilleros en Venezuela y, menos aún, las continuas evidencias que al respecto han mostrado los estadounidenses.

Hay, todavía cosas más de fondo; a pesar de la voluntad del gobierno Santos de mantener la política de seguridad democrática, los resultados no son alentadores. Se esperaba una reforma a la Justicia que atendiera el problema de los militares. Sin embargo, el proyecto que cursa en el Congreso no lo soluciona. Por el contrario, los agrava y contribuye a alejar más todavía la justicia del querer democrático. Propende por Cortes que se juzgan entre ellas, que se eligen por cooptación y con poderes para seguir desarrollando un aparato que rompe los sistemas de frenos y contrapesos propios de una democracia.

Lo que es más grave; el gobierno anterior fue enfático en establecer límites para aquellos que habían optado por la violencia como mecanismo político. Con generosidad se les ofrecieron garantías y prebendas que los sacaran del conflicto; pero el gobierno fue enérgico en la necesidad de que perdieran sus derechos políticos y en que hubiera verdad, justicia y reparación. Al contrario, el gobierno Santos custodia una reforma constitucional, donde las guerrillas ya no serán tratadas como los narcoterroristas que son, sino que podrán ser amnistiados y seguir una carrera política.

La reforma recién aprobada por Santos hace crecer al Estado; nuevas agencias, ministerios y más burocracia. Aquello tampoco se compadece con los esfuerzos de Uribe por reducirlo en tamaño y ajustar el aparato burocrático. La expansión estatal significará un detrimento en la salud fiscal nacional, ya amenazada por la difícilmente cuantificable Ley de Víctimas.

A pesar de que hay varios temas adicionales, y de que las diferencias son poderosas, pocos parlamentarios acompañarán al exmandatario. Infortunadamente para Colombia muchos congresistas están comprometidos con el poder, más que con las ideas; más preocupados por garantizar su reelección mediante las vías de la politiquería, que por la reflexión sobre los proyectos que aprueban; prefieren comercializar con sufragios, aunque así acaben con la democracia que usufructúan.

La oposición que puede liderar el expresidente desde la tribuna de su prestigio, se perfila como una buena noticia para el país. Las democracias se fortalecen cuando hay sectores que no comulgan con los mandatarios. El debate de las ideas es necesario para robustecer el análisis y mejorar las propuestas. Este Gobierno lleva un año prácticamente sin oposición, pues los esfuerzos del Polo para cumplir con esta tarea han sido contrarrestados por los escándalos de corrupción que enlodan al partido de izquierda. La llegada de Uribe -si se da- al debate público es saludable para la democracia y puede ayudar a reavivar el debate sobre los temas de la agenda pública.

4 de noviembre de 2011
http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/oposicion-uribe

1 comentario:

Mateo Jaramillo Vernaza matjaver@yahoo.com.ar dijo...

Aunque su posición siempre es objetiva, impecable y coherente, así lo demuestra este artículo como sus muchos otros, hay algo con lo que no estoy de acuerdo, el "esfuerzo de Uribe" por reducir el aparato burocrático, no implicó, como usted señala, un ajuste del mismo, volverlo mas pequeño, sin lograr una permanencia estable de los mismo no es un verdadero ajuste.

Lo que el presidente Uribe logró fue minimizar los costos de administración del aparato burocrático, pero no logró que su estructura cumpliera con la demanda social. Lo hizo mas pequeño, no solo en tamaño sino en eficiencia, y eso no puede considerarse un ajuste.

Los ajustes burocráticos implican necesariamente mayores grados de productividad, y esos mayores grados se demuestran no únicamente en el porcentaje del pib destinado a burocracia, sino también en el mantenimiento o mayor cobertura de la ya mencionada demanda social.

Cuando no se logra cubrir la misma demanda social, ocurre lo que ocurrió con el gobierno de Santos, que en su llegada debió desbordar nuevamente el aparato burocrático, no únicamente para contrarrestar la disminución de cobertura, sino para lograr equilibrar ese contingente social que se quedó por fuera de la cobertura debido a la reducción de Uribe.

Eso no es nuevo, siempre sucede, cuando hay una reducción tan poco gradual, el gobierno entrante siempre va a tener que acrecentar el aparato burocrático.

Y tampoco es nuevo que el Presidente saliente alegue que el nuevo gobierno está echando para atrás su avance en disminución del gasto público, es algo cíclico.

Por ultimo, las reducciones como las que hizo Uribe siempre traen, y ese caso no fue la excepción, el incremento de los contratos de prestación de servicios.