Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, enero 19, 2013

Más costos del proceso

El ELN estuvo en la Habana y el gobierno castrista los devolvió porque no había autorización del gobierno Santos. El ELN volvió al país y se alista para hacer puntos y lograr un espacio en la mesa de negociación. Ataca la infraestructura, comete actos terroristas y secuestró nacionales y extranjeros para visibilizarse. Lo que está pasando es otra costosa consecuencia visible del proceso de paz. Advertimos desde el inicio de estos diálogos con las Farc que las concesiones contra los violentos -o las meras promesas- tienen un efecto muy negativo para el país. El mensaje que dio el gobierno es claro: el primer cartel de drogas, los mayores secuestradores, que construyeron y custodiaron campos de concentración para retener a los soldados y policías del país -torturados y amarrados a los árboles-, que volaron pueblos y asesinaron tantos colombianos, ahora por haber persistido durante 50 años en esa violencia, están en la Habana exigiendo la comparecencia de los ministros, decidiendo cómo debe ser el desarrollo territorial del país, examinando cómo y cuándo quieren participar en política. El mensaje lo reciben los otros grupos armados, que de inmediato buscan la manera de obtener el mismo o mejor tratamiento. No hay que ser ningún genio para entender que los otros grupos, entre ellos el ELN, buscarán la manera de parecerse a las Farc, superarlas de ser posibles, para obtener esas mismas concesiones. La debilidad institucional no es un juego; darles réditos políticos a las Farc o a los violentos, no nos acerca a la paz -como pretender hacerlo ver algunos- por el contrario nos aleja. Cada grupo hoy se siente envalentonado para persistir en el terrorismo y el delito, pues al final, podrá tener un final como el de las Farc. La famosa tregua de las Farc mostró el eventual resultado de una firma de paz. Hubo un ataque organizado por las Farc casi cada cuatro días. El mismo grupo o la disidencia estuvo comprando armas; así lo reportó un militar de alto rango del Ecuador, y estuvieron planeando atentados terroristas contra Bogotá, como lo denunció el general León Riaño. El mapa de los ataques muestra una prevalencia de la violencia en el Suroccidente -sin desestimar lo acaecido en Norte de Santander donde fueron asesinados varios comandantes de policías. Aquello parecería indicar que son ciertas las denuncias según las cuales los frentes del Suroccidente no están interesados en la negociación y que no se sienten representados por los cabecillas que están en la Habana. Dicen que la tregua fue un éxito, sin embargo la violencia -o la percepción de ella- no disminuyó. Las Bacrim, el ELN y otros voluntarios continuaron en la tarea de atormentar la vida de los colombianos. Seguimos en medio de los ataques, los muertos, los secuestros, los desplazados aumentan en el Chocó y en los barrios de Cali y Medellín. Nota: Un caso similar, mucho menos dramático, es el de Argelia donde los extremistas islámicos pretenden canjear los secuestrados por presos de sus organizaciones terroristas (en una especie de canje humanitario) ¿Será que el mundo acepta la extorsión? ¿Será que estos terroristas terminarán en la ONU decidiendo algún tipo de política internacional? Curioso que esos mismos personajes que se oponen a negociar con terroristas, celebren que nuestro gobierno lo haga. ¿Por qué será que para ellos aspiran a unas cosas y a nosotros nos recomiendan las contrarias? http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/paloma-valencia-laserna/costos-proceso

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