Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, junio 16, 2007

Las razones de Uribe

El Presidente tiene la responsabilidad de trabajar para lograr la liberación de los secuestrados, y al mismo tiempo tiene la obligación de defender las instituciones democráticas que representa. Si Uribe no estuviera comprometido con el país, sino con su gobierno haría el intercambio sin ninguna consideración hacia el futuro. Pero el Presidente es un patriota y comprende que un gobierno no puede capitular y rendirse ante un grupo terrorista pues los efectos serían devastadores para el futuro. Así Uribe está buscando la liberación, no a cualquier costo, sino en un contexto que no vulneren la seguridad de la población, la justicia o la confianza de los colombianos. El Presidente, entonces, ha sido claro en sostener que no aceptará una zona de despeje, ni liberará guerrilleros para que vuelvan a delinquir.

Esas dos condiciones tienen el respaldo de la mayoría de los colombianos por razones significativas. Amargos recuerdos nos quedan del Caguán. Ese territorio sirvió para que las FARC se reorganizaran y tuvieran secuestrados y traficaran armas y drogas, justo detrás de la paredes por donde pasaban los medios de comunicación con sus cámaras. Los ecos de esa dominación todavía hoy le cuestan al Huila y las zonas vecinas, que convertidas en un fortín guerrillero vieron incrementarse la violencia, los secuestros y la inseguridad en todo su territorio. Liberar guerrilleros de las FARC para que vuelvas a engrosar las filas de las es como empezar un juego: salen y secuestran hasta que los vuelvan a coger y entonces, con las mismas razones de hoy, habrá que realizar otro intercambio.

Las exigencias de las FARC son precisamente las condiciones que el Presidente rechaza. El grupo está empeñado en el despeje de Florida y Pradera y en la liberación de los guerrilleros presos para que vuelvan a la organización terrorista. La negociación estaba pues estancada, el dialogo estaba muerto, no había ninguna posibilidad de avanzar.

Y para hacer mas tortuosos el camino, teníamos la intervención de la comunidad internacional que poco comprende de la situación colombiana y su historia, pero que ha sido presionada por las acciones de la familia de Ingrid Betancur, que en medio del dolor que viven, la ha emprendido contra el Presidente como si fuera él la causa de su pena. Así los países amigos tenían la impresión de que el gobierno Uribe no trabajaba por la liberación de los secuestrados, y consecuentemente, daban un respaldo tácito a la actitud de las FARC.

Audazmente el Presidente, en un gesto unilateral de buena voluntad, decide liberar un grupo muy significativo de guerrilleros –que no han cometidos delitos de lesa humanidad- con el compromiso de no volver a delinquir. El hecho rompe la rutina de una negociación moribunda y cambia sustancialmente las condiciones sobre las que se negocia. En la nueva contexto el gobierno tiene la ventaja de haber desconcertado a la contraparte y además ha demostrado, ante la comunidad internacional, su decisión inquebrantable de trabajar por la libertad. Finalmente, con los guerrilleros libres se hará evidente que las FARC tienen poco o ningún interés en la liberación humanitaria de los secuestrados o los guerrilleros presos y, que en realidad lo que quieren es un mecanismo de chantaje al estado Colombiano que les garantice el acceso a un territorio cuando estén fatigadas o debilitadas.

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