Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, junio 09, 2007

¿Más paro, más plata?

Otra vez la educación pública está en paro. A pesar de que la Ley de Transferencias no disminuirá la inversión en educación básica y media y el Gobierno Nacional se ha comprometido con el plan de cobertura total y mejoramiento de salarios para el 2009, Fecode y varias universidades públicas paran y protestan, como lo hacen cada cierto tiempo por cualquier cosa. Este hecho invita al debate sobre la relación costo beneficio del sector. La educación es fundamental para que haya igualdad de oportunidades, por lo tanto debemos analizar sí ese dinero compra lo mejor que puede comprar.

Con honrosas excepciones, la calidad de la educación pública básica y media no es buena. Lo demuestran bachilleres con problemas de comprensión de lectura y deficiente expresión oral y escrita y profesores que no cumplen adecuadamente su función, reacios a la evaluación, con jugosas prebendas sindicales y la costumbre, ya permanente, de entrar en paro. Esta serie de eventos se ha convertido en una mecanismo para proteger la mediocridad y vulnerar los derechos de las nuevas generaciones.

Las prebendas son una pesada carga fiscal para el futuro, que los jóvenes deberán pagar por una educación que no ha sido la mejor que el país podría darles. Los paros le quitan a los alumnos horas de estudio, suprimen la continuidad que caracteriza la educación y luego del paro se les pasa el año de cualquier manera. Los niños educados en el sistema público tienen menos oportunidades que los del sector privado y prácticamente se paga lo mismo. Son también las nuevas generaciones las más afectadas por las rigideces laborales, pues si quieren ser profesores tienen muy pocas opciones de serlo; salvo en este Gobierno que promovió el examen de docentes, ese ejercicio está circunscrito a turbios poderes políticos y roscas impenetrables e inamovibles –que además impiden la competencia para que sólo los mejores sean profesores-. Y, sin que se haya agotado la lista, la educación pública está permeada por un discurso ideológico de izquierda. Dejando de lado si el discurso es o no el mejor, hay que recordar que la estructura laica se organizó para suprimir la Iglesia como educadora, precisamente bajo la convicción de que la educación no debía estar mezclada con ideologías. Ahora bien, si es que no se puede educar sin ideología, es necesario un debate democrático sobre el tipo de doctrina con la que va a formar a los estudiantes.

La situación de la educación superior no es muy distinta; los paros, las roscas, la dominación ideológica y los sobrecostos son iguales. Un estudiante de universidad pública vale más que uno de una privada, a causa de exageradas concesiones pensionales. En algunos casos estamos pagando más por una educación de menos calidad -por eso la idea de que el Estado debería pagar cupos en las privadas-. Además, las universidades públicas engordan un grupito de estudiantes vagos que pierden varios semestres, pero que a fuerza de paros pueden seguir por años en su cómoda posición. El hecho es detestable, gastar dinero en alguien que no se esfuerza cuando hay tantos colombianos -que no tienen acceso a la educación superior- que asumirían con responsabilidad esa oportunidad. La educación es un privilegio, así que sus recursos tienen que buscar lo mejor, sin ningún reparo.

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