Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


martes, noviembre 04, 2008

Acciones por los secuestrados

Con el secuestro político las Farc chantajean al Estado, que en último término, es la sociedad misma. Así las cosas, un acuerdo humanitario para que ellos liberen los ciudadanos que en servicio a las causas democráticas han sido privados injustamente de su libertad, a cambio de soltar a los guerrilleros presos, que han sido capturados por actos delictivos, juzgados y condenados por un juez, es espinoso y difícil. Hoy por ejemplo tendríamos que liberar a José Márvel Zamora, alias ‘Chucho’ o ‘El profe’, hombre clave del sanguinario ‘Mono Jojoy’. ‘Chucho’ coordinó y activó el carro bomba del club El Nogal, estuvo involucrado en el atentado al senador Germán Vargas Lleras y otros actos terroristas en Transmilenio, almacenes, alcaldías y universidades de la capital. Liberar estas fieras tiene consecuencias sobre el orden público, la dinámica misma del secuestro -que se legitima como mecanismo para obtener la libertad de los guerrilleros presos-, la moral de las tropas y el triunfo teórico de un grupo de terroristas que logra arrinconar a la institucionalidad. Eso sin detenernos en los problemas de un despeje militar.

No quiere decir esto que no estemos dispuestos a hacer y ceder para que los secuestrados sean liberados. Hay que relievar la épica Operación Jaque, y la exitosa liberación del ex representante Óscar Tulio Lizcano a través de la colaboración de uno de sus captores: Wilson Bueno Largo, alias ‘Isaza’.

Esta liberación es producto de una estrategia bien pensada del gobierno Uribe. Cada captor se vuelve un potencial actor de salvamento, cada secuestrado la posibilidad de redención. El secuestrado queda libre, se debilitan los cimientos de la estructura guerrillera, surge una oportunidad de vida para los guerrilleros atrapados en los ciclos perversos de la violencia.

El caso de Isaza, el secuestrador-libertador-héroe, nos llama a una reflexión sobre la naturaleza de la sanción punitiva. La aplicación de justicia es un ideal abstracto; no podemos pedir a los jueces decisiones justas, en el sentido trascendente de la palabra, nuestra naturaleza humana y falible nos permite frutos con las mismas limitaciones. La pena, sin connotaciones positivas ni negativas, éticas ni morales, tiene unas características que debemos resaltar: está cargada de inmenso potencial pedagógico -beneficio social que la justifica-; mediante la pena ese individuo, pero sobre todo todos los demás integrantes de la sociedad se enteran que es una conducta no deseable; se descarga sin proporción ni simetría sobre el individuo que la padece y, causa agravio individual.

Analógicamente, podemos aplicar esta lógica a nuestro caso. Es imposible aplicar ‘justicia’, pero tenemos una conducta que pretendemos incentivar: incitar a los guerrilleros que tienen bajo su cuidado a secuestrados, a realizar actos heroicos en un intento de fuga y liberación. A cambio de lo cual ofrecemos una recompensa -la pena- que además les valdrá el aprecio y la admiración de la sociedad. La ‘pena’ de acometer este acto debe ser tan incitadora que se vuelva tema de conversación entre guerrilleros, de manera que alguno se convenza de que para recibir semejante premio él desertaría con un secuestrado, a pesar del peligro. Abierta esta rendija, los demás seguirán por ahí.

Congratulaciones al doctor Lizcano por su estoicismo sin límites, propio de un mártir.
El Pais- Cali 01 de noviembre de 2008
http://www.elpais.com.co/paisonline/ediciones_anteriores/ediciones.php?p=/historico/nov012008/PRI

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