Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


viernes, julio 13, 2007

El repudio al secuestro

Si la pregunta es cómo lograr más fácilmente la liberación de los secuestrados políticos, la respuesta es el acuerdo humanitario; pero en mi opinión esa no es la pregunta que nos ocupa. Por supuesto que la liberación de los secuestrados políticos es una prioridad para el país, pero la cuestión fundamental es cómo extirpar el secuestro de la sociedad colombiana.

Las cifras de la Fundación País Libre señalan que desde 1996 hasta el 2006 ha habido 23.144 plagios. Esto significa que, en promedio, más de seis colombianos fueron secuestrados diariamente, dos de ellos por las Farc. Todos los colombianos conocemos al menos una familia que ha sido víctima del plagio; sabemos el dolor que causa en su entorno y el daño irreparable que se le ocasiona al mártir, cuya personalidad queda marcada para siempre. Las enérgicas protestas del jueves demuestran que la sociedad está cansada de que los grupos al margen de la ley hayan convertido la libertad de los colombianos en un bien transable con el cual es posible chantajear y obtener dinero.

Ahora bien, la manifestación en contra del secuestro no es suficiente, el país tiene que reflexionar sobre cómo actuar contra el flagelo y contra los secuestradores, de manera que logremos acabarlo definitivamente. El análisis del intercambio humanitario debe estar circunscrito a esta idea, pues la liberación de los plagiados políticos no puede ir en contra del propósito mayor que es erradicar el secuestro; sí la cura del síntoma agrava la enfermedad principal es inaceptable tratar sólo el síntoma.

Si el acuerdo humanitario fuera efectivo contra el plagio, no estaríamos hoy frente a este debate. El país ya probó ese remedio en el pasado, pero como las Farc son un grupo terrorista, acceder a sus peticiones, dejarnos chantajear, sólo convirtió al secuestro en un medio efectivo para que esa organización obtenga avances políticos y militares.

El acuerdo humanitario es una solución coyuntural y de corto plazo que remediaría las cosas para los secuestrados políticos, pero las haría más complejas para los gobiernos futuros y el resto de colombianos. En una nueva zona de distensión habrá nuevos plagiados, como los hubo en la anterior –entre ellos Ingrid Betancourt- y si no ahí, los habrá en otros puntos del territorio. Entonces tendremos que realizar otro intercambio y luego otro, como lo hemos venido haciendo. Liberar los delincuentes, capturados y puestos tras las rejas con tanto sacrificio de la Fuerza Pública y de la justicia, para que vuelvan a engrosar las filas del terror, es seguir jugando al gato y al ratón con la guerrilla. Ellos delinquen y el Estado los persigue y los castiga; ellos secuestran y el Estado los libera y les otorga concesiones; vuelven a delinquir y el Estado a perseguirlos y volvemos a empezar. Se trata de un juego con incentivos perversos, donde el sacrificio recae sobre la libertad y las instituciones.

Colombia no puede seguir dándole a los peores criminales lo que piden, porque está chantajeada. No puede entregar al arbitrio de los violentos poblaciones y lugares estratégicos para liberar unos secuestrados que serán remplazados por otros. Sustituir las madres que hoy sufren por otras madres que también sufrirán no enmienda nada.

Repudiar el plagio significa no aceptar nada distinto a una liberación incondicional de todos los secuestrados.

Publicado el Diario El Pais- Cali, el 7 de Julio de 2007
http://www.elpais.com.co/historico/jul072007/OPN/opi3.html

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