Columnas de opinión y análisis de la actualidad de Colombia publicadas los sábados en el periódico EL PAÍS - Cali


sábado, enero 31, 2009

Pico y Placa a los derechos

Se ha vuelto costumbre en nuestro país que las cargas que surgen de la ineptitud y de la Administración Pública sean trasladadas por ésta a los ciudadanos. Para subsanar la negligencia de administraciones pasadas, y usándolas como pretexto, se toman medidas que al mismo tiempo se vuelven una justificación de la inutilidad presente. En vez de enfrentar los problemas, simplemente se coartan los derechos de la sociedad y se limita su capacidad de acción. Es una fórmula mágica con la que el problema desaparece a costa de que cada vez encontramos más limitados nuestros derechos.

El caso es evidente en el Pico y Placa en Bogotá, que ya era una restricción a las naturales y legítimas aspiraciones de los habitantes de poder desplazarse en un carro. Ahora se pretende extender esa prohibición a todo el día y dentro de poco se proscribirá el uso del carro. Como las alcaldías de Bogotá han sido incapaces de hacer una planeación urbana decente, que tenga en cuenta el crecimiento del parque automotor, ni han podido mantener la malla vial en buen estado y mucho menos han sido capaces de diseñar y construir la vías necesarias para el flujo de una megaciudad como Bogotá, la solución es simple: que los ciudadanos no usen el carro. Sin carros no hay problema.

Por supuesto las vías no pueden hacerse de un día para otro, pero esa ni siquiera es la intención. El Pico y Placa no es una medida transitoria para alivianar las dificultades mientras se remedia el problema con la construcción de autopistas y puentes. Es la ‘solución’ simple y mediocre de quienes consideran así cumplido su trabajo. Si no hay carros particulares, la Administración ha solucionado el asunto de la movilidad. Eludir el problema tan burdamente es una manera cómoda y abusiva de trasladar el problema a los ciudadanos, quienes ahora enfrentan la cuestión de cómo transportarse en una ciudad donde el sistema de transporte público no da a abasto. ¿Si el sistema está colapsado con los usuarios actuales, que será con toda la ciudad dependiendo de él?

Es inaceptable y la sociedad civil debe manifestarse enérgicamente. El Estado tiene una serie de compromisos ineludibles. Son esas gestiones las que explican la existencia y la necesidad de una administración pública. Administrar no es ordenar por decreto que la gente se adapte a lo que hay, para eso no hace falta un alcalde. La comunidad llega a esa decisión por sí misma. Hasta hace poco, como el Estado era incapaz de garantizar la seguridad en las vías, los ciudadanos no dejaron de utilizarlas, y no fue necesario prohibirlo.

Los servidores públicos tienen que cumplir con sus funciones de manera real y no sólo formal. Deben servir al ciudadano y mejorar su calidad de vida y no simplemente zafarse de los problemas y trasladárselos a un ciudadano victimizado doblemente por la negligencia y la solución.

Si bien, al llegar a una administración se pueden enfrentar rezagos que vienen del pasado, ello no excusa la negligencia de las nuevas. Quien aspirara a esos cargos debería tener conocimientos sobre los problemas y haber valorado su capacidad de dar soluciones. Si en el camino se descubre incapaz, debe dejar el campo para otros. Pero, sobre todo, un servidor público debe respetar los derechos ciudadanos y trabajar para que la órbita de su ejercicio sea cada vez mayor.

Diario El Pais- Cali Enero 31 de 2009

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